CENIZAS Y CHATARRA DE LO QUE PUDO SER
Hace unos meses, en el número 343 de Hobby Consolas, publicamos un reportaje de juegos cuyo desarrollo se halla en el limbo más absoluto, con el consiguiente riesgo de que nunca lleguen a ver la luz. Ahora, con la generación de PlayStation 4 y Xbox One a punto de tocar a su fin, es el momento de pasar revista a proyectos que, directamente, cruzaron el umbral del más allá y cuya defunción fue certificada oficialmente por los forenses de sus respectivas compañías.
Muchas de las cancelaciones que ha habido en la última década se han debido al cierre de los estudios que estaban desarrollando los juegos de marras. En ese sentido, no hay duda de que la saga Star Wars ha padecido más que nadie. Primero, sufrió en sus carnes las iras de Disney, que, después de adquirir Lucasfilm en 2012, sacó su Estrella de la Muerte particular y destruyó de un plumazo la división LucasArts, incluidos los avanzados proyectos de Star Wars 1313 y Star Wars: First Assault. Luego, Electronic Arts se hizo con los derechos de explotación de la saga y puso a Visceral Games a trabajar en Star Wars Ragtag, nombre en clave de una aventura que, igual que el estudio, acabó fulminada por la Starkiller particular de EA.
Más doloroso aún fue el cierre de Kojima Productions por parte de Konami, ya que fue la tumba para el prometedor Silent Hills. Igualmente, Microsoft dio por amortizada a Lionhead y cerró el estudio, que había estado trabajando en Fable Legends. Y no hay que olvidar los proyectos que a la Telltale Games original se le quedaron en el tintero, como uno de Stranger Things, o la clausura de Studio Istolia, que trabajaba en el bello Project Prelude Rune, por parte de Square Enix.
Pero también ha habido cancelaciones debidas, simplemente, a la falta de entendimiento entre editoras y estudios, o a una previsible calidad deficiente de los juegos, anunciados quizás antes de lo aconsejable. El caso más evidente es el de Scalebound, carbonizado después de
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