Un réquiem por la cultura mexicana Segunda y última parte
Offertorium
Señor: Liberadlos de la boca del león para que el abismo no los engulla
En los últimos tiempos la cultura ha cobrado una función preponderante en las relaciones internacionales; es una noción polisémica que depende del contexto en que se emplee, ya sea para destacar su importancia o adoptar una postura, para reafirmar-la como un activo que debe ser preservado o como leitmotiv en las lides globales.
El postulado de origen sostiene que la cultura, para conservar su integridad, debe ser resguardada de toda contaminación respecto de la economía y del comercio. En esta época, sin embargo, la industrialización de los productos culturales ha influido en forma relevante en individuos, grupos y comunidades.
Las industrias culturales, al igual que cualquier otra industria, se desarrollan en entornos en donde la competencia es aguerrida y va in crescendo.
Es del dominio público que durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) primero, y después del T-MEC, fue por iniciativa de Canadá, y no de México, la incorporación de la salvaguarda de la diversidad cultural en sus diferentes expresiones.
En este contexto, uno de los temas de propuesta por aquel país. Las disposiciones en este rubro se hallaban enraizadas desde el acuerdo de libre comercio suscrito entre los Estados Unidos y Canadá de enero de 1989 (CUSFTA, por sus siglas en inglés) y quedó inserta en el TLCAN (artículos 2106, 2107 y Anexo 2016), que surtía únicamente efectos entre las dos naciones.
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