LA INDUSTRIA QUE SE NIEGA A MORIR
LOS RESTAURANTES replegaron mesas y sillas, bajaron sus cortinas y hasta mayo no lograban ver la luz; tampoco sus proveedores. Desde mediados de febrero, incluso antes de que las autoridades decretaran la emergencia sanitaria y el aislamiento social, las ventas comenzaron a caer.
Con la aparición de la cuarentena llegaron a caer 40% solo en la última semana de marzo. Hacia ese momento, los recortes en costos llegaron a 60%, afectando directamente a productores de alimentos, distribuidores y plantas procesadoras, según un estudio Konfío que da soluciones financieras a pymes.
No la tienen fácil, y los propios restauranteros saben que cuanto más se alargue el periodo de aislamiento social y cuarentena, su situación se agrava. Por ello, muchos se han dado a la tarea de generar estrategias que garanticen su liquidez, modelos de negocio para flexibilizar su operación como la entrega a domicilio o bonos gastronómicos.
La tarea no es fácil, pero un sector que genera más de 1.5 millones de empleos directos y aporta 1.3% del PIB nacional no quiere
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