LA FANTÁSTICA VENGANZA DE LA TELE EN TIEMPOS DE CORONACOÑAZO
televisión. Ese bicho denostado, analógico, anticuado, poco Ese símbolo de por parte de aquél que manifiesta que la ve, frente a otro que arquea la ceja y, con un meñique levantado, profiere un “yo es que no tengo tele, sólo tengo proyector”, y te hace sentir una suerte de José Luis López Vázquez en Ese resquicio del lujo periférico que abarrota el MediaMarkt los sábados por la tarde, cargando una “Para nada, Menchu, y vete pidiendo a tu hermana la contraseña de su Netflix”. Esa pantallaza negra que preside todo edificio de obra vista, con piscina y pista de pádel en el medio de la comunidad. La tele. La de toda la vida. Por muy que sea, y por muchos que la rodeen, una tele. Mi tele.
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