Raúl Jiménez, de la amargura a la fiesta
Al comienzo de la primavera de 2016 Josep Guardiola se encontraba preocupado por el esquema que utilizaría su Bayern de Múnich ante el Benfica, en los cuartos de final de la Champions League. Tuvo que hacer el viaje para consolar a la familia de su entrañable maestro y amigo Johan Cruyff, muerto el 24 de marzo, quien fue determinante en la transformación del Barcelona, como jugador y como técnico.
El 16 de abril Guardiola platicó con Martí Perarnau, autor de Herr Pep y luego de Pep Guardiola, la metamorfosis. Habló sobre el equipo portugués y lo calificó como un equipo de Sacchi. La observación del técnico del Bayern llevaba malicia y admiración.
Arrigo había dado vida a una de las más grandes versiones del Milán, al que hizo un cuadro de época. Había una forma de triángulo grandioso en la sentencia. Sin Sacchi y sin Cruyff, Guardiola no hubiera dado vida hace una década al barroquismo exquisito de la escuadra culé, con la que ganó todos los torneos posibles.
“Lo digo en serio: el Benfica es un equipo de Sacchi. Una bestia parda. La mejor organización defensiva que hay en Europa ahora mismo. Pero no es un equipo defensivo, sino
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