La guerra de las mascarillas
PARÍS.– Es una guerra despiadada. En su afán por conseguir mascarillas de protección respiratoria los países ricos lo pisotean todo: las reglas internacionales del comercio y del derecho, los principios éticos elementales, la solidaridad humana, la decencia…
Hoy la demanda de mascarillas es 100 veces superior a la oferta, sea cual sea el tipo de producto, desde las de alta filtración hasta los simples tapabocas.
Por lo tanto, todo se vale para abastecerse.
El sábado 4 Andreas Geisel, ministro del interior de Berlín, acusó públicamente a los “estadunidenses” –no da más precisión– de haberse apropiado de un cargamento de 200 mil cubrebocas destinados a la capital alemana y que se encontraba en tránsito en el aeropuerto de Bangkok.
Indignado, Geisel calificó el acto de “piratería moderna”. El alcalde de Berlín, Michael Müller, no se queda atrás: “Las acciones del presidente estadunidense son todo menos solidarias y responsables. ¡Lo que está haciendo es inhumano e inaceptable!”, exclamó.
Varios altos responsables regionales galos denunciaron el mismo tipo de “atraco”. Valérie Pécresse, Renaud Muselier y Provence-Alpes-Côte d’Azur y Grand-Est, respectivamente, aseguran que “filibusteros” de Estados Unidos llegan al extremo de despojar a los europeos de sus lotes de mascarillas en las pistas de despegue de los aeropuertos chinos, en particular el de Shanghái.
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