CUATRO MIRADAS RENOVADORAS
01 LILA AVILÉS
CIUDAD DE MÉXICO, 1982
Antes de ser cineasta, Lila Avilés fue todo lo demás: actriz, asistente de dirección, fotógrafa, directora de escena. Actriz, vestuarista, maquillista, estudiante de guion. Actriz, basquetbolista fallida, contadora de historias improvisada usando fotografías ajenas.
–Aunque trabajé como actriz desde niña, siempre supe que quería ser cineasta. En los llamados prefería pasar el tiempo con los escenógrafos y los directores. Quizá por mi tío, que tenía cientos de cassettes vhs que grababa del Canal 5 con películas en blanco y negro de Pedro Infante y Tin Tan. Las veía una y otra vez hasta aprenderme los diálogos. Hoy ya no pasa eso. Es dificilísimo tener la paciencia. Y la oferta es descomunal.
–¿Y para qué ser cineasta si se puede ser todo lo demás?
–Para decir algo. Para reconstruirte. Para saber quién eres.
Luego de una tensa conversación entre el gobierno federal y el IMCINE sobre la celebración de los Ariel, la ceremonia que premia lo mejor del cine mexicano se realizó el lunes 24 de junio en la Cineteca Nacional, en sustitución del Palacio de Bellas Artes, que había sido su cede por varios años. Esa noche Lila Avilés ganó mejor ópera prima por La camarista, la historia de Eve, una mujer que trabaja en un hotel de lujo de Ciudad de México para mantener a un hijo que no ve. La película se desarrolla a través de un ritmo tardo donde los sonidos ambientales tienen un rol sustancial.
–Un amigo me dijo que debería poner a competir a en ficción y documental: ¡podía ganar en ambos! Desde el
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos