CLAVES OCULTAS DE LA NUEVA CRISIS ECONÓMICA
En agosto de 2019 se cumplirán doce años desde la irrupción de la última gran crisis sistémica que azotó, como un terremoto, a toda la economía mundial. En estos últimos años, la economía, mal que bien, se ha recuperado, aunque de forma desigual dependiendo de los países. Pero eso no implica que millones de personas todavía estén sufriendo las consecuencias de una crisis que se inició en el sistema bancario estadounidense y luego se contagió al resto del mundo como consecuencia de los llamados derivados financieros tóxicos. Esas ondas sísmicas financieras afectaron a los bancos europeos, que terminaron muy endeudados y tuvieron que ser rescatados con dinero público. Al mismo tiempo, las cabezas pensantes del Banco Central Europeo (BCE) tomaron la decisión de no prestarle dinero a un interés mínimo a los estados para que salieran de las crisis. Si lo hubieran hecho, los países habrían podido hacer frente a sus deudas, pero el BCE –que a pesar de ser una institución dependiente de la Unión Europea, está controlada por los grandes bancos– decidió que los estados debían pedir dinero prestado –a un altísimo interés– a las mismas entidades financieras que antes los gobiernos habían recatado con dinero público.
En definitiva, los países regaron con miles de millones de euros a los bancos para que no cayeran, y como consecuencia los gobiernos entraron en una espiral de deuda. Así que tuvieron que pedir prestado a los bancos –recordemos, a un interés muy elevado– el dinero que previamente les habían regalado. Por cierto, en buena parte de los países –entre ellos España– los bancos no devolvieron ni el 90% del dinero que les dejaron
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