EL ARQUITECTO EN LA SOMBRA
Hay hombres cuya biografía es como un meridiano que permite cartografiar el mapa de la época en que vivieron. Tal fue el caso del enigmático Joseph Fouché, cuya trayectoria atraviesa toda la Revolución Francesa, hasta la Restauración, cual ejemplo máximo de intelección y supervivencia política. Lejos de la leyenda negra que hizo de él un paradigma de la traición y la amoralidad, subrayando la irracionalidad del personaje con un bestiario que va desde la hiena, el camaleón o la serpiente al pulpo tentacular, Fouché fue un proteico animal político con cualidades excepcionales para el desempeño del poder. Discípulo aventajado de Maquiavelo, pensaba que la política era “la moral de las circunstancias”. El “monarca de la opinión”, como lo designó con frase esclarecida su amiga madame de Chastenay, descubrió que el poder es, ante todo, eficacia, información y propaganda. Su sagacidad para prever y prevenir las transformaciones que iban a producirse con las rupturas revolucionarias y la construcción de un orden nuevo fue, a todas luces, extraordinaria.
El revolucionario metódico
Nació Joseph Fouché el 21 de mayo de 1759 en Nantes, el principal puerto negrero de Francia. Su padre, capitán de navío, se enriqueció con el tráfico de seres humanos de Guinea a Santo Domingo, donde adquirió una plantación de caña de azúcar. Décadas después, en Lyon, Fouché celebraría la abolición de la esclavitud liberando a “un grupo de negros de ambos sexos encadenados” en una ceremonia simbólica digna de un gran director de escena.
A los nueve años ingresa en el Colegio de los Oratorianos de Nantes. A los veinte es novicio, pero no
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos