COCO CHANEL Ícono de elegancia y vanguardia.
Gabrielle Chanel vio la luz el 19 de agosto de 1883, en Saumur, una pequeña ciudad a 300 kilómetros de París. Fue la segunda hija de Albert Chanel y Jeanne Devolle, pareja que vivía en lo que entonces se consideraba ῾pecado’, pero que tenía en mente formalizar su relación. Ese fue uno de los tantos secretos que Coco disimularía en la versión oficial de su vida, un relato en el que Albert era un rico negociante de vinos, que había hecho fortuna en Nueva York. En realidad, era un humilde comerciante ambulante que vendía ropa de trabajo por las calles.
Cuando Jeanne falleció de tuberculosis en 1895, Albert no dudó en deshacerse de sus hijos: entregó a sus dos varones a la Asistencia Pública y a las niñas, Julia, Gabrielle y Antoinette, de 13, 12 y ocho años, las dejó en el orfanato de la abadía de Aubazine, en Corrèze. Al despedirse, les prometió que regresaría, pero no lo hizo, causando una herida profunda que Gabrielle jamás logró cerrar. Ella nunca mencionaría sus años en el orfanato, pero sus biógrafos coinciden que fue en aquel lugar donde se impregnó de la sencillez de su arquitectura, de la pureza del uniforme blanco y negro de las niñas del orfanato, y de la estética que sería la esencia de su estilo depurado. Asimismo, sería el sitio donde enraizaría su convicción de que solo podía contar con ella misma.
“No existen mujeres feas, solo las que no
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