AMOR A PRIMERA OLA
SU PRIMER RECUERDO ES EL MAR QUE BAÑA LA CALETA DE HORCÓN. SU PADRE ERA PESCADOR, SU MADRE ARTESANA. AMBOS ERAN HIPPIES. DESDE MUY CHICO, DIEGO MEDINA PASÓ SUS DÍAS HACIENDO DEPORTE ENTRE LOS PESCADORES Y ARTESANOS DE LA CALETA. DESDE NIÑO NADABA, MARISQUEABA, BUCEABA, CORRÍA, JUGABA. Y VIVÍA PARA SUS DOS PASIONES JUVENILES: EL MAR Y EL FÚTBOL.
Serendipia: descubrimiento inesperado
«Tenía muchas esperanzas de seguir perfeccionándome en el fútbol», recuerda Diego. Cuenta que, cuando niños, improvisaron una cancha de baby fútbol en un bosque ubicado detrás de su casa en Horcón. Ahí jugaba en un club de barrio durante la semana, y los fines de semana, viajaba un poco más al sur, a Viña del Mar, donde participaba en las inferiores de Everton.
«Pero, de un día para otro, me empezaron a doler mucho los talones», cuenta. Dice que fue al médico por esta dolencia y que el traumatólogo fue categórico. Debía dejar de hacer deportes de impacto por un año. «Fue un golpe fuerte para mí porque estaba todo el día jugando a la pelota», recuerda.
Sin embargo, aquel verano y con 12 años, Diego encontraría en el bodyboard un camino para canalizar su energía y llenar el vacío que le dejaba la falta de fútbol. Cuando llegó marzo y el ingreso a clases se hizo próximo, fue con sus padres a visitar a Álvaro Abarca, amigo de ellos y pionero en el surf. Él le dijo que estaba listo para buscar algo más difícil y que le presentaría el surf. En esos momentos, tenía una vieja tabla, llena de hoyos, que le había regalado un amigo estadounidense. Se la ofreció a Diego. Y éste, alucinado, quiso salir corriendo a probarla de inmediato pero Álvaro lo detuvo y le dijo que primero tenían que arreglarla y que él le enseñaría cómo hacerlo bien.
«Me mandó a conseguir los materiales para poder arreglarla. Me dijo que tenía que ir a un club de yates en Quintero, que estaba como a media hora en bus, a conseguir resina y fibra de vidrio. Recuerdo que mi mamá me acompañó, fuimos en bus. Mi mamá siempre me apoyó mucho en todos los deportes», cuenta Diego.
Se demoraron cerca de una semana en arreglar la tabla. Había que lijarla lo ayudó a dominar todo más rápido.
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