ADAPTARSE O MORIR
PARTE I MEDIDAS EXTREMAS
Durante al menos 40 años nadó en las aguas del océano Atlántico. Las dos cicatrices blancas en la parte delantera de su cabeza parecían un par de ojos cuando se zambullía e hicieron que los científicos le dieran un nombre peculiar: Snake Eyes. Se trataba de un macho de ballena franca glacial (Eubalaena glacialis), una especie que puede llegar a medir más de 15 metros de largo y pesar aproximadamente 70,000 kilogramos. Al igual que la mayoría de los ejemplares de su clase, murió a causa del ser humano. En septiembre pasado, los investigadores del New England Aquarium (Massachusetts, Estados Unidos) descubrieron que su “viejo amigo” había muerto. El cuerpo bien conocido por los investigadores y rastreado a lo largo de más de tres décadas fue encontrado el 16 de septiembre pasado en Long Island, al sureste del estado de Nueva York (EUA).
Apenas un mes antes lo habían visto con vida. Los científicos estaban preocupados por su salud: ya en aquella ocasión se había enredado en las mallas de los pescadores y una soga atravesó su boca. Su cuerpo fue arrastrado hacia el fondo del agua en el Golfo de San Lorenzo, al este de Canadá.
Snake Eyes es tan sólo una de las 10 ballenas francas glaciales muertas en lo que va del año. Cada animal es una señal de alerta sobre la grave situación que enfrenta esta especie que habita en las aguas del
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