No era lo que parecía
Uno de los grandes mitos del antiguo Egipto, Cleopatra, ha sido distorsionado a lo largo de los siglos y la imagen que hoy tenemos de ella no se ajusta totalmente a la realidad. Para empezar, no era estrictamente egipcia, aunque tampoco griega. Tras la muerte de Alejandro Magno, sus generales se repartieron los territorios conquistados por él; Ptolomeo I se quedó con Egipto y fundó la dinastía en la que nacería Cleopatra VII tres siglos después. A diferencia de sus antepasados, ella aprendió egipcio y tenía una vasta cultura. Se le considera griega, pero la excepcional libertad de la que disfrutó como reina se debe más a su herencia egipcia.
Tampoco era, muy probablemente, tan bella como se cree. Pese a encarnar el arquetipo de la mujer seductora–a lo que ha contribuido en gran medida el cine de Hollywood–, es difícil conocer su aspecto real. Existen representaciones idealizadas, pero también aparece en monedas donde exhibe un mentón sobresaliente, labios finos y una nariz prominente. Si bien es cierto que las monedas no representaban fielmente a los gobernantes, puede que, como apuntó en su día Plutarco, fueran
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