BERTRAND RUSSELL CONCIENCIA
SI HAY UNA FIGURA QUE DEFINA el papel de un intelectual del siglo XX, esa es la de Bertrand Russell: filósofo, matemático, lógico, activista radical, sentimental visceral, desobediente civil, elegante y delicado casi 30 años después, esta disciplina será su principal fuente de felicidad, a la que más tarde se unirán la filosofía, los flechazos de Cupido, y su militancia por la paz. “Tres pasiones, simples pero abrumadoramente fuertes, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, la búsqueda del saber y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad”. Y así lo confirma su apabullante currículo: Premio Nobel, cientos de galardones, decenas de libros, 15 veces detenido por alborotador y cuatro matrimonios consumados. De Russell puede decirse que puso su talento en su obra, pero todo su genio en su vida. Su activa longevidad le fue convirtiendo en el abuelo progresista del planeta, tras haber sido el ideal padre rebelde de dos generaciones anglosajonas. Nadie podía concebir las sentadas pacifistas sin la presencia de aquel anciano alto, de rasgos afilados, melena blanca y nariz espartana. Era un filósofo con rostro: había conseguido modelarse una cabeza que expresara tanto como una biblioteca, primera obligación del pensador, según Nietzsche. Hoy, los armarios vuelan suave y despacio en su honor.
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