NI EL CIELO ES EL LÍMITE
Ron Arad llegó a Londres con tan sólo 22 años, tras migrar desde Israel, en busca de una formación que satisficiera su impulso creativo.
“¿Me puedo sentar en éste?”. La pregunta sale de mi boca no sin cierta cautela, pero Ron Arad (Tel Aviv, 1951), que ya ha tomado posiciones, me invita animado a descansar en la pieza que estoy señalando. Se trata del sillón Big Easy, una de las creaciones con las que el diseñador israelí atrajo miradas allá por 1988 y que, con su estructura voluminosa de acero brillante, no parece el más confortable de los que inundan la sala. “Sorprendido, ¿verdad?”, espeta Arad con media sonrisa al ver mi cara, que en esos momentos debe expresar satisfacción al comprobar que el sillón es más cómodo –mucho más–de lo que hubiera imaginado. Sin tiempo para recrearme, Arad me pide que me levante y pruebe el resto, como si estuviésemos en una tienda y yo fuera un cliente a convencer.
Donde en realidad estamos es en su estudio de Londres, un espacio cavernoso de perfiles imposibles que hoy, debido al especial mal tiempo de la capital británica, está sumido en la penumbra. Pero Arad
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