Por amor al oro blanco
Estoy peinando la superficie plana de un montículo de tierra, entre grisácea y marrón, que me llega a las rodillas: busco diminutas ondulaciones que podrían indicar la presencia del tallo de un espárrago blanco que intenta salir.
A mi lado, Lukasz Dominikowski, armado con guantes gruesos y un cortador de espárragos (herramienta larga y plana con una afilada hoja en forma de tenedor), encuentra una onda. Mete dos dedos en la tierra y excava hasta que queda expuesto un tallo color crema, después desliza su cortador de costado, en una incisión perfectamente paralela, y lo separa de la raíz. Con una pala empareja la evidencia de la operación.
Termina en menos de 30 segundos y pienso: ¿cómo supo que ahí había algo?
No es
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