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Spielberg y la Ciencia Ficción

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Steven Spielberg alcanzó su primer éxito con Tiburón, pero no cabe duda de que su consagración como director emblemático del nuevo cine norteamericano empezó a gestarse con su siguiente película, Encuentros en la tercera fase, que podríamos definir como un relato sobre la pérdida y la recuperación de la fe en un entorno de desconfianza del ciudadano hacia el sistema, sus políticos y sus instituciones en el que encontramos pinceladas sobre la mitificación y el Antiguo Testamento: la película en la que se proyectan las imágenes del Éxodo en Los diez mandamientos de Cecil B. DeMille no solo establecen el vínculo de la filmografía de Spielberg con el Hollywood clásico sino que preludian el posterior “éxodo” de la población del área en que va a producirse el primer contacto gubernamental con los extraterrestres, junto a la idea del rapto materializada en las abducciones de humanos perpetradas por alienígenas. Esa crisis de confianza en el sistema y las autoridades se extiende a la institución familiar, materializada en la crisis que vive el personaje de Richard Dreyfuss y la reacción de sus hijos, que en algunos momentos es particularmente conmovedora y claramente materializa pinceladas autobiográficas de Spielberg haciendo memoria sobre el divorcio de sus padres. Encuentros en la tercera fase es una variante del mismo tema que Spielberg había abordado ya en su película Firelight, que rodó con 17 años con un presupuesto de 500 dólares que aportó su padre, 140 minutos de duración y un argumento que seguía las pesquisas de un grupo de científicos empeñados en seguir la pista a la relación entre las apariciones de fenómenos luminosos y las desapariciones de personas, animales y objetos en una pequeña población de Arizona. Spielberg proyectó aquella película en una sala cinematográfica local y cobrando un dólar por entrada a los 500 asistentes a la sesión consiguió recaudar exactamente 501 dólares, su primer beneficio: un dólar. Años después Encuentros en la tercera fase contó con un presupuesto de 20 millones de dólares y recaudó en todo el mundo 303 788 635 dólares. Además este largometraje le permitió mostrar su maestría con la cámara y su capacidad para traer de vuelta a la pantalla los mejores recursos visuales del cine clásico de Hollywood, además de su habilidad para integrar plenamente al espectador en sus historias como un personaje más, de lo que es buena muestra ese plano del tercer acto en el que vemos a los personajes de Dreyfuss y Melinda Dillon con la base de contacto con los extraterrestres en profundidad de campo, justo en el centro de la imagen, donde se abre incluso un espacio físico a nuestra mirada integrándonos como una pieza más del plano fuera del plano, ocupando el lugar vacío entre los dos personajes.

Además de su referencia bíblica al Éxodo de Antiguo Testamento a través de Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille, que de paso le permitía poner sobre la mesa su referente de cine espectáculo aplicado a la parte más épica de su relato, Encuentros en la tercera fase permitió a Spielberg aludir a otra de sus fuentes esenciales de inspiración, el cine de animación producido por Walt Disney, citando Pinocho como la película que quiere que vean sus hijos, que de paso le permite anticipar el destino del pequeño Barry, abducido por los extraterrestres. En su segunda incursión de fuste en el campo de la ciencia ficción, ET, el extraterrestre, el director se acercó más al Nuevo Testamento, haciendo del alienígena una figura que encaja con la fórmula de argumento universal de intruso benefactor, especie de sucedáneo de Jesucristo. Hay que hacer notar que en esta ocasión la parte épica de Encuentros había desaparecido, si bien se mantenía con más fuerza el peso de lo costumbrista cruzado con una ciencia ficción que se iba decantando paulatinamente de forma más clara hacia la fantasía en una clave más cercana a las fábulas animadas de Disney. Podríamos decir que AI, inteligencia artificial se mueve a medio camino entre Encuentros y ET, bebiendo visual y argumentalmente de ambas y compartiendo con ellas el tema de la inocencia como elemento de purificación de nuestra especie, asunto recurrente en el cine del director, mientras que sus dos películas con Tom Cruise, Minority Report y La guerra de los mundos, sus dos fábulas con dinosaurios y su encuentro en la tercera fase interdimensional protagonizado por Indiana Jones se inclinan más hacia la acción trepidante en claves visuales y argumentales que han perdido paulatinamente la inocencia para sumergirse en lo siniestro y convertir los sueños fantásticos en pesadillas.

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ET, EL EXTRATERRESTRE

E.T., THE EXTRA-TERRESTRIAL

1982; EE. UU. Color; Director: Steven Spielberg; Guion: Melissa Mathison; Música: John Williams; Fotografía: Allen Daviau; Intérpretes: Dee Wallace, Henry Thomas, Peter Coyote, Robert MacNaughton, Drew Barrymore, K. C. Martel, Sean Frye, C. Thomas Howell, Erika Eleniak, David M. O’Dell, Richard Swingler, Frank Toth, Robert Barton, Michael Darrell, David Berkson, David Calberg, Milt Kogan, Alexander Lampone, Rhoda Makoff, Robert Murphy, Richard Pesavento, Tom Sherry, Susan Cameron, Will Fowler Jr., Barbara Harnett, Mary Stein; Duración: 115 minutos.

La versión extendida tiene 120 minutos de duración, incorporando algunas escenas que realmente no aportan gran cosa a la propuesta que se estrenó en cines, suficientemente resolutiva y completa en sí misma. Como ocurriera en , la película arranca con un tono propio del terror, poniendo en primer plano lo extraño, las figuras de los alienígenas que recogen muestras de flora en el bosque, y el abandono –premisa Disney la de la “orfandad” del protagonista, separación de su “familia” o “tribu”– del alienígena. El siguiente paso es la inmersión del espectador en lo cotidiano, a través de esa familia en la que nuevamente, pero con menos amargura que en , Spielberg deja caer pinceladas autobiográficas –la ausencia del padre, lo que nos lleva a pensar en las figuras maternas y paternas y su ausencia en familias incompletas como una de las constantes de autor de su filmografía–, para dar paso a la introducción de lo extraño en lo cotidiano con la inquietante escena –homenajeada años después en la serie que tanto le debe a – del objeto rebotado desde el interior de la caseta del patio. Lo que ocurre es que la figura de intruso. Para concretarlo basta comparar el personaje interpretado por François Truffaut en aquella con el que aquí encarna Peter Coyote.

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