Un estudiante se enamora de la hija de su profesor. Él sabe que le encantan las rosas rojas y está convencido de que si le regala una, la más bella que pueda encontrar, ganará su favor para que acepte su invitación de acudir a un baile con él. Pero resulta imposible conseguir una rosa roja y el joven se desespera. Un ruiseñor, que anida y canta ante su ventana, se entristece al ver el padecimiento del chico y decide ayudarlo.
El ser humano es ruin y superficial; los animales son nobles y generosos. Esa es la idea que me ha transmitido este relato corto de Oscar Wilde que te emociona, te entristece y te cabrea bastante.