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Este no es mi Hombre Araña.
Conforme nos fueron soltando adelantos de Spider-man: Into the Spider-verse fue creciendo el miedo dentro de mí. Temía que, para engrandecer y posicionar entre una mayor audiencia a Miles Morales, empequeñecieran y degradaran a Peter Parker.

Y entonces recordé aquél tuit que me llevó a ver Cars 3 que decía algo así como que, conforme estábamos más cerca del final del Universo Cinematográfico de Marvel, éste debería de estudiar de la cinta de Pixar el cómo se puede hacer un cambio de estafeta de manera inteligente, digna y respetuosa.

Ese Peter Parker panzó y desaliñado, y que, caray, aparecía columpiándose en pants, no era mi Hombre Araña.


Pero conforme avanzó la cinta, no sólo decidí dejarme de preocupar por ello, sino hacerle caso a los multiversos: por más que pareciera que quisieran dejar en claro que éste era el Spider-man original, preferí verlo como uno de un futuro alterno. Como hay muchos, como hay cientos en los cómics.

Mi sorpresa es que esa sería la primera lección que me daría la película. Y a la segunda, llego en unos momentos más.


Porque primero quiero hablar del diseño y la imagen de éste material. De su propuesta visual que ha sido aplaudida por la crítica y especialistas que le saben a ésto, pero en general por toda la audiencia que no puede negar que es un agasajo para los ojos tener algo así de frente.

Que empleó técnicas, estilos y herramientas para crear su propia identidad, aunque me hubiera gustado que fueran más claros en sus propias reglas. Por ejemplo: ¿Por qué a veces sí las onomatopeyas y a veces no? Me respondo a mi mismo pensando en que abusar de ese u otro recurso podría afectar la atención del espectador pero también es cierto que me quedé con ganas de ver más de ese y muchos otros elementos.


En el tema de abusos, también es cierto que dentro de la inteligencia que tiene el guión de la película, fue una decisión acertada no permitir que Spider-Ham se llevara la cinta como el recurso cómico, situación peligrosa y que en muchas ocasiones, ha provocado una desilusión para productos que pudieron haber ofrecido mucho más.


Inteligencia que también muestra al presentarnos los complejos conceptos de los multiversos que, si se tratan con descuido, podrían espantar para siempre a la audiencia de historias de éste tipo. Así, están asegurando que todos regresemos para la secuela, y también para el rumorado spin-off con más Mujeres Araña como protagonistas.


Ese no era mi Hombre Araña. Me quedaba claro. Es más, mi Hombre Araña es el de Romita y el de Mary Jane.

Pero lo mejor de Spider-man: Into the Spider-verse me daría una pequeña cachetada: su mensaje.
Claro que no era mi Hombre Araña. Porque para mi Hombre Araña, ahí tengo mis comics. Los viejos y los nuevos. Y las otras películas. Y las otras caricaturas.

¿Quién sino Stan Lee para darnos nuevamente una y más lecciones?
Al decirle a Miles, y de paso, a nosotros que la máscara y el traje, siempre terminan por quedarnos.
Al decirnos, en la escena de mitad de crétidos que la persona que ayuda a los demás simplemente porque debe hacerlo y porque es lo correcto, sin duda alguna es un verdadero superhéroe. Frase acompañada de un agradecimiento por parte de los realizadores para Stan Lee y Steve Ditko, por decirnos que no somos los únicos.


Porque ahí radica la importancia de que exista un Miles Morales. Y una Spider-Gwen, y una Peni Parker. Porque hay voces que dicen que deberían crear nuevos personajes en lugar de “meterse” con los clásicos. Y lloran cuando hay un Capitán América afroamericano y una Thor mujer.

La creación de nuevos personajes está bien. Pero mejor está que Miles Morales no sea un Spider-kid o el Sneakers Spider. Sino que sea un Spider-man. Porque, sí, eventualmente, el traje termina por ajustarse. Y para ese niño que acaba de ver Spider-man: Into the Spider-verse, ese será su Homb