La prudencia nos permite reconoces lo que es bueno y lo que es malo en cualquier situación y actuar de acuerdo con ello. Cuando somos prudentes, reflexionamos antes de hacer o de hablar y tenemos en cuenta las consecuencias de nuestras palabras o hechos.
Seguramente, en alguna ocasión habrás dicho cosas sin pensar o medir las consecuencias, por ejemplo, al contestarle de forma agresiva a un amigo con el que estás enfadado o a papá o a mamá cuando te regañan. ¡Y cómo te habrás arrepentido luego! La prudencia a veces la sentimos en nuestro interior como si fuera una invitación a la reflexión; nos invita a hacer una pausa, a no precipitarnos.
Pero no confundamos el ser prudentes con quedarnos quietos o tener una actitud pasiva, nada de eso. La prudencia es, en cambio, un modo de vivir con responsabilidad y una gran aliada para tomar buenas decisiones al enfrentarnos a los problemas y desafíos de todos los días.