Suele ocurrir que por insistir en un evangelio del amor y de la misericordia se cree que la idea de la transformación está vetada, obviada, no hace parte de lo que creemos y enseñamos.  
Y no es así, creemos que el evangelio es transformador porque en esencia el amor nos cambia. El amor transforma inherentemente. Y en la medida que vamos viviendo el amor, bien que lo percibamos o no, vamos cambiando de acuerdo a como el amor nos lo guía.  
Lo cierto es que la transformación del evangelio, a la que nos invita Jesús, no es una transformación administrada por otras personas. Ni por los líderes espirituales de nuestras iglesias, ni por quienes predican en los púlpitos.   
Jesús nos transforma de acuerdo a nuestras necesidades particulares y lo va aciendo poco a poco sin que sea necesario que otros sepan cuáles son los detalles de esa transformación.   
Creemos en un cambio orgánico, natural, una transformación que va ocurriendo poco a poco en la medida en que caminamos con Jesús

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