Declarar y decretar son palabras que se empiezan a escuchar y leer mucho por estas épocas del año. Casi que nuestros discursos positivos han reducido, a Dios un amuleto, un genio de la lámpara, un cajero mágico. Dios ha dejado de ser nuestro padre a ser nuestro esclavo, nuestro siervo.

El 2020 nos mostró una y otra vez que por más declaraciones y decretos que hagamos la vida es azarosa, es difícil de sobrellevar. Y a veces lo que Dios es y hace es compañía en medio de nuestras realidades difíciles.

En un tiempo más que de decretos y declaraciones es un tiempo de recordar que nuestra esperanza es Dios aún cuando no sale bien lo que soñamos, aún cuando lo que ocurre es todo lo contrario de lo que declaramos y decretamos con fuerza.

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