"Durante los primeros años en que fue el profeta del Señor, José Smith todavía no sabía todo en cuanto a la “obra maravillosa” que había sido llamado a llevar a cabo; sin embargo, algo que sus primeras experiencias le enseñaron fue que a fin de calificar para la obra de Dios, su mira realmente debía estar puesta “únicamente en la gloria de Dios” (Doctrina y Convenios 4:1, 5). Por ejemplo, si el Señor le aconsejaba algo que estuviera en contra de sus propios deseos, él debía seguir el consejo del Señor. Incluso si tenía “muchas revelaciones, y… poder para hacer muchas obras poderosas”, si su propia voluntad llegaba a ser más importante ante su vista que la voluntad de Dios, él “tendr[ía] que caer” (Doctrina y Convenios 3:4). No obstante, José aprendió algo igualmente importante sobre llevar a cabo la obra de Dios: “Dios es misericordioso”, y si José se arrepentía sinceramente, “todavía er[a] escogido” (versículo 10). Después de todo, la obra de Dios es una obra de redención, y esa obra “no se pued[e] frustrar” (versículo 1).

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