Punto de emancipación: Conversaciones frente a un horizonte posdemocrático
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Durante años, Jorge Alemán y Papo Kling han trabajado por conseguirlo. Conocedores de la alianza entre diálogo y pensamiento, han orquestado conversaciones con algunos de los intelectuales más potentes del panorama hispanohablante e internacional con un objetivo: arrojar luz sobre algunos de los temas fundamentales de nuestro tiempo. En ellas, han logrado que figuras como Franco «Bifo» Berardi, Chantal Mouffe y Clara Serra, entre muchos otros, aborden el siglo XXI con una complejidad que solo el reposo de una conversación permite. Los diálogos han sido reunidos y editados por primera vez en este volumen caleidoscópico que quiere marcar el camino hacia la emancipación.
Como escribe Alemán en el epílogo, «la emancipación no se presenta aquí como una meta distante, sino como un horizonte problemático, siempre en construcción y absolutamente contingente», que nos permite imaginar «una nueva forma de ser y estar en la propia existencia en el mundo que está surgiendo».
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Punto de emancipación - Franco «Bifo» Berardi
Punto de emancipación
© Jorge Alemán y Papo Kling (eds.), 2025
© De los autores: Franco «Bifo» Berardi, Clara Serra, Chantal Mouffe, Elizabeth Duval, Javier Sáez, Luciana Cadahia, Juan Grabois, José Luis Villacañas, Axel Kicillof, Íñigo Errejón, Iván Redondo, Pablo Iglesias, Daniel Santoro, Carlos Fernández Liria, Felipe Pigna, Amador Fernández-Savater y Alfredo Serrano Mancilla
© Prólogo: Papo Kling
© Epílogo: Jorge Alemán
De la corrección: Marta Beltrán Bahón
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Ned ediciones, 2025
Primera edición: febrero, 2025
Preimpresión: Moelmo SCP
www.moelmo.com
eISBN: 978-84-18273-99-5
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
Ned Ediciones
www.nedediciones.com
Índice
Prólogo – Papo Kling
El triunfo de Hitler, con Franco «Bifo» Berardi, filósofo y activista
El nuevo sujeto del feminismo, con Clara Serra, filósofa e investigadora feminista
Populismo de izquierda, con Chantal Mouffe, filósofa y politóloga
España trans, con Elizabeth Duval, política y escritora
Militancia marica, con Javier Sáez, sociólogo y traductor
Dialéctica femenina, con Luciana Cadahia, filósofa
Militar en el humanismo, con Juan Grabois, político y abogado
Dar cuenta de Franco, con José Luis Villacañas, filósofo e historiador
Praxis política y coyuntura, con Axel Kicillof, político y economista
Después de Podemos: política y subjetividad, con Íñigo Errejón, politólogo
Exterioridad y juego político, con Iván Redondo, consultor político
El resultado de la historia de España, con Pablo Iglesias, politólogo y comunicador
Topofilia, dibujo y ciudad, con Daniel Santoro, pintor
Sexo y filosofía, con Carlos Fernández Liria, filósofo y profesor universitario
Descifrando la historia argentina, con Felipe Pigna, historiador
Reimaginar la revolución: entre lo singular y lo común, con Amador Fernández-Savater, investigador independiente y editor
Comprender el peronismo, con Alfredo Serrano Mancilla, economista y asesor político
Epílogo – Jorge Alemán
Síntesis de conversaciones
Semblanzas
Prólogo
Papo Kling
Debió de ser a finales del 2015, hace ahora ya casi una década, cuando Jorge Alemán y yo nos percatamos en el curso de una conversación de que queríamos y necesitábamos tener un espacio propio. En el caso particular de Alemán, no podía decirse precisamente que careciese de plataformas: había publicado por ese entonces más de veinte libros, lo estaban traduciendo a varios idiomas, daba clases en distintas universidades, lo habían distinguido con honores en todo tipo de instituciones, impartía conferencias y escribía en algunos medios de comunicación. Su trayectoria intelectual estaba, desde luego, fuera de toda duda.
Sin embargo, en aquella charla que versaba sobre las nuevas tecnologías y la forma en las que estas habían acelerado el ritmo de la comunicación, nuestro deseo de disponer de un medio digital independiente en el que desarrollar un proyecto propio se reveló como algo indispensable. Buscábamos crear, en definitiva, un artefacto que no estuviese sujeto a ninguna demanda exterior; más bien al contrario: que respondiese específicamente a un propósito personal e intelectual propio.
Nació así la idea de poner en marcha Punto de Emancipación, un espacio en el que abordar las cuestiones políticas, culturales y sociales que atravesaban nuestro tiempo sin mayor pretensión —¡ni menor!— que reflexionar al margen de las urgencias diarias que la aceleración del planeta imponía. Por ese entonces, y al calor de las nuevas formas de consumo, comenzaban a florecer los primeros espacios de análisis sobre la actualidad a lo largo y ancho de la web. Estaban articulados en torno a una nueva lógica de comunicación, se presentaban en todo tipo de formatos y contaban con una gran variedad de autores, perfiles ideológicos y generacionales. Algunos de estos espacios empezaron a tener éxito y crecer en popularidad e influencia, y esa incipiente ola nos convenció de que nuestro proyecto también podía conseguir algo semejante. Convencidos del camino a seguir, nos impusimos dos premisas fundamentales: por un lado, debíamos abordar las cuestiones epocales sin entrar en la coyuntura más que de forma esquemática —era necesario, en todo caso, pensar en la coyuntura y no sobre la coyuntura—; por el otro, debíamos ser capaces de defender nuestra independencia. Se trataba, pues, de crear un altavoz para tratar determinados temas sin más agenda que nuestras preguntas e inquietudes intelectuales.
Así pues, la tarde del 17 de octubre de 2017, bajo los auspicios de esa feliz coincidencia numérica, encendimos por primera vez la cámara para grabar nuestro vídeo inaugural: un monólogo de Alemán de siete minutos sobre la resignificación del concepto de revolución. Fue grabado en un café del céntrico barrio de Lavapiés que frecuentábamos a menudo, en el corazón de un Madrid que se transformaba a pasos agigantados y cuyo panorama político e intelectual comenzaba a irradiar una energía que era ya imposible pasar por alto. En medio de un entusiasmo y de una expectación algo exagerados, subimos de inmediato aquel primer vídeo a nuestro recién inaugurado canal de YouTube. Sucedió entonces lo impensable: al cabo de varias semanas, no teníamos más que unas pocas decenas de visualizaciones. El fracaso era evidente. Sin embargo, la honda insatisfacción de aquel primer paso fallido no nos desalentó y, siguiendo esa máxima de Jacques Lacan según la cual «lo serio solo está en la serie», decidimos grabar algunos vídeos más. La dinámica de aquellas grabaciones posteriores fue la misma que al principio: conversábamos con Alemán durante horas sobre los temas a grabar, luego elegíamos el día, encendíamos la cámara y registrábamos sus monólogos. Una vez editados, los subíamos a YouTube. Pero para nuestra desesperación, los resultados de las visualizaciones seguían siendo irrelevantes. Había algo en aquella especie de clase magistral, mezcla de exposición académica y editorial periodística, que no acababa de convencer a Alemán. «Echo en falta —me dijo una tarde, mientras trabajábamos en la producción del siguiente vídeo— la espontaneidad de nuestras conversaciones previas».
En un intento de reflotar nuestro proyecto propuso que yo participase en el vídeo y que la grabación consistiese en nuestras conversaciones. Como es lógico, me negué en el acto: una cosa era hacer de sparring en un entrenamiento y otra muy diferente subir al ring a pelear. Sin embargo, lo que quedaba claro era que, más que un monólogo, necesitábamos establecer un diálogo; crear un espacio en el que Alemán charlase con otros pensadores, intercambiase con ellos impresiones y miradas y esbozase un análisis sobre una realidad siempre difícil de descifrar. Comenzamos a tener entrevistados con los que conversar y entonces, de repente, todo cambió. A medida que el proyecto avanzaba y se iban sucediendo las entrevistas, las visualizaciones empezaron a aumentar. Además de ese alentador segundo arranque, lo verdaderamente sorprendente fue descubrir en Jorge Alemán a un conversador fuera de serie: una mezcla armoniosa y atractiva de entrevistador, interlocutor, profesor e incluso confidente; un oyente cuyas agudas intervenciones guardaban estrecha relación con su práctica psicoanalítica y clínica. El otro factor esencial para la evolución de la iniciativa fue que Jorge resultó ser un imán capaz de atraer a nuestro espacio a unos invitados de enorme prestigio, a la mayor parte de los cuales nos habría sido imposible reunir dadas las limitaciones de medios y de financiación que teníamos.
Hace unos meses, cuando la editorial NED nos ofreció la posibilidad de convertir parte de este trabajo en un libro, fue inevitable volver la vista atrás y a redescubrir las múltiples y valiosas conversaciones que establecimos durante los casi diez años de recorrido de Punto de Emancipación. Muchos de nuestros entrevistados acabaron ocupando cargos políticos relevantes —vicepresidentes, gobernadores, diputados, portavoces—, y muchos otros siguen desempeñando un papel fundamental, ya sea desde las instituciones, desde el ámbito académico y cultural o desde los movimientos sociales. Me siento honrado por haber compartido con Alemán y con todos ellos tantas buenas conversaciones; muchas de ellas mientras preparábamos las entrevistas, otras antes de que se encendiese la cámara o después. Con algunos hemos desarrollado un vínculo personal y seguimos construyendo ese lugar indispensable para pensar los tiempos difíciles en que vivimos: el diálogo.
Pese a que la nuestra es una época en que el horizonte de la emancipación parece cada vez más lejano, el proyecto inicial hoy se ha redoblado y transformado en un espacio físico en el centro de Madrid desde donde continuamos, junto a Jorge y nuestros invitados, encontrándonos, conversando y pensando nuevas vías para acercarlo.
Papo Kling
Madrid, diciembre de 2024
El triunfo de Hitler
Franco «Bifo» Berardi
Filósofo y activista
Jorge Alemán: En un momento de tu libro El tercer inconsciente, te preguntas si se puede imaginar una estrategia política y una estrategia psicoterapéutica para curar —y aquí es muy importante la palabra «curar»— la subjetividad sufriente en la que, en el período del «tercer inconsciente», según la periodización que has establecido en tu libro, es urgente intervenir. A partir de esta reflexión, me gustaría plantearte otra pregunta: ¿hasta qué punto tu libro representa una crítica al concepto de general intellect, que tuvo mucha pregnancia en el mundo intelectual italiano, y también al concepto de articulación de Ernesto Laclau?
Franco «Bifo» Berardi: Tengo que decir que este libro, El tercer inconsciente, fue escrito en el espacio de un umbral, de lo que yo he definido como el umbral pandémico. Mientras atravesábamos el umbral no podíamos saber qué nos esperaba. Podíamos imaginar, hipotetizar una salida, pero ahora creo que sabemos mucho más que en ese tiempo.
La cuestión del general intellect, de la inteligencia productiva colectiva, ha sido una oportunidad, una posibilidad abierta en la historia de la modernidad, particularmente de la tardomodernidad. El general intellect, el territorio conceptual, ha significado la posibilidad de una utilización diferente de la tecnología, la posibilidad de emplear la tecnología como un factor de liberación y no como un factor de sumisión. Pero ahora, después del umbral pandémico y de un territorio nuevo en el que estamos caminando después del fin de la pandemia, me parece que, de una cierta manera, las posibilidades que estaban escritas en el interior de la historia, del conocimiento humano, entendido en términos sociales, tecnológicos, parecen casi olvidadas, canceladas, por la emergencia de una forma de la mente colectiva que tiene menos que ver con la inteligencia productiva que con una psicosis de masas. A la salida del umbral hemos encontrado la guerra, esa es la novedad del último año: la guerra ucraniana, pero no solo, también la explosión de conflictos armados en todos los lugares, desde el Medio Oriente y el territorio palestino-israelí a las ciudades estadounidenses, donde se multiplican las acciones de violencia armada. Hace dos días ha habido 17 asesinatos en masa en dos días. La guerra se desata en todos los lugares, esa es la verdad de hoy. Al mismo tiempo, mientras que la inteligencia colectiva, como inteligencia viva, está paralizada, obnubilada por la guerra, el discurso sobre la inteligencia está tomando una dirección que no es la de la inteligencia viva, sino la de la inteligencia artificial. Todo este tema de la inteligencia artificial es muy interesante y ambiguo porque, en cierta manera, recaptura la posibilidad, es decir, no sabemos qué dirección podrá tomar el desarrollo de la inteligencia artificial, podría ser el comienzo de un proceso de liberación que nos llevaría... Pero me parece improbable que la inteligencia artificial adopte una función liberatoria, porque la política que la concibe y la organiza en este momento es totalmente interior al campo capitalista. No sé.
J. A.: Faltaría el problema de la articulación que señalé con respecto a la tesis de Laclau, de Stuart Mill también, pero bueno, tú haces mención en uno de tus textos a tu diferencia con ese concepto de articulación, ya que también lo ves ligado a los procesos mismos del Capital.
F. B.: Sí. ¿Sabes?, el discurso de Laclau, al igual que el de muchos pensadores de la izquierda europea y latinoamericana de las últimas décadas, me parece muy orientado y contextualizado dentro de una concepción esencialmente política de la acción humana, donde la fuerza de la voluntad nunca se cuestiona. El tema de la articulación se inserta dentro de una concepción en la cual el cambio puede ser una elección voluntaria y el efecto de una acción colectiva política. Sin embargo, lo que me parece a mí es que la fuerza de la política desapareció completamente. ¿A qué me refiero cuando hablo de la fuerza de la política? Me refiero a las palabras de Maquiavelo, quien define la política con el concepto de príncipe. En el párrafo 25 de El príncipe, se define la política de manera muy profunda y amplia: «El príncipe, es decir, la política, es un hombre que tiene la fuerza para someter la fortuna». Fortuna en el sentido latino de la palabra, es decir, como el cambio continuo, la impredecibilidad de los acontecimientos naturales y humanos. El príncipe puede someter la fortuna, que es una mujer y le gusta ser sometida. Es una definición magnífica porque define el carácter de reducción, de sumisión y de poder esencialmente masculino. Y todo eso se desvaneció. Porque la fortuna, hoy en día, se ha vuelto infinitamente más compleja que la voluntad humana. Y el virus ha sido la prueba final de esta imposibilidad de que la política gobierne la complejidad de la naturaleza. Y la guerra misma, en el sentido que le doy, no tiene el carácter de una guerra maquiavélica, es una guerra de la locura desencadenada. Ese es el punto. Ni Putin, ni Zelenski, ni Biden, ni Europa tienen la capacidad de decidir. La decisión ha explotado porque es imposible gobernar la complejidad y la velocidad de los acontecimientos a través de la voluntad. Solo se pueden gobernar por medio de automatismos: automatismos técnicos, lingüísticos, psíquicos.
J. A.: En los capítulos referidos al tercer inconsciente, el último tramo de tu libro, hablas de un abandono de la voluntad, de un abandono de la democracia, y de una resignificación de la resignación. Entonces, hablas de que no hay más voluntad o no habría que confiar más en la voluntad porque, dada la aceleración de los procesos capitalistas y dada la intervención del capitalismo en la psicoesfera, esta voluntad ha quedado cancelada. Y a la vez, hablas de que no hay que esperar nada de la democracia, y de que también está en crisis la palabra deseo, porque cuando te refieres al intercambio que Deleuze y Foucault tuvieron en su día al respecto, donde el uno se confesó con el otro sobre la palabra placer —que era del gusto de Foucault— y la palabra deseo —del gusto de Deleuze—, tú hablas de que el deseo es una tensión que también ha sido explotada por el capitalismo. Tú dices: «El deseo pertenece a la imaginación, el placer pertenece a lo real», y en esa nueva terapéutica del Tercer inconsciente más bien te orientarías del lado del placer.
Pero, haciendo referencia al umbral de la pandemia, ha aparecido algo que no es nuevo, pero que ahora se manifiesta con mayor intensidad, que es la presencia de las ultraderechas. Y ¿en qué idioma hablamos con los militantes de las izquierdas si les decimos que tienen que abandonar la voluntad, que tienen que abandonar la idea de democracia, que nada puede esperarse de la economía porque su proceso de expansión está agotado y si, además, el deseo está de algún modo capturado por el movimiento virtual del capitalismo? Es decir, ¿cómo nos situamos en relación a todo eso? ¿Es suficiente, con respecto a las ultraderechas, la resignación autónoma y la deserción hacia otros mundos, hacia otras comunidades autónomas de autoproducción o de protección y de cuidado?
F. B.: Hay dos cuestiones en lo que has dicho, dos cuestiones que me interesa distinguir. No digo que sean distintas, pero me interesa distinguirlas. Una es la victoria de la derecha. Esa expresión es un eufemismo. Tenemos que definir el proceso en su dimensión tendencial, como la vuelta del nazismo. Eso es lo que yo veo en Europa. Ese es el primer punto. El segundo es qué panorama subjetivo vemos más allá del umbral. Subjetivo en el sentido de qué le pasó al deseo, al placer, a la intencionalidad colectiva, etc.
Primer punto, si miramos la situación europea, tenemos que reconocer que, además de la victoria electoral de las fuerzas de origen fascista que hoy están en el poder en Polonia, Hungría e Italia —y que puede que en breve alcancen a Francia y España—, en Alemania tenemos a la formación AfD, con un 20 % de los votos y más fuerte que el partido socialdemócrata. Pero eso es solo el aspecto político de lo que está pasando. Lo que yo defino como una vuelta del nazismo es la política de guerra antihumana que la mayoría absoluta de la población blanca europea ha emprendido contra el movimiento de migración. Ese es el verdadero problema. En Europa, el auténtico problema es la relación con el sur del mundo, con una ola gigantesca e imparable de migración que viene del oeste y del sur y que no puede pararse más que a través de un exterminio gigantesco que ya está produciéndose (o sabemos cuántas decenas de miles de cadáveres están en el Mediterráneo, etc.). Toda la frontera, de Bielorrusia a Ceuta y Melilla, así como la frontera de Río Grande en Estados Unidos, es un frente de la guerra de exterminio que la raza blanca está llevando a cabo contra la mayoría del género humano. A mí me parece que estamos descubriendo una cosa: desde el punto de vista histórico, Adolf Hitler solo ha sido la anticipación de un proceso que hoy estamos viendo en toda su profundidad. Yo creo que el nazismo contemporáneo, la raza blanca contemporánea en Europa tiene un teórico, un filósofo. Su nombre es Anders Breivik y se encuentra en la celda de una cárcel de Noruega porque en 2011 mató a 77 jóvenes socialistas en la isla de Utoya. Este asesino ha escrito un manifiesto de la independencia europea, una bazofia que yo he tenido ocasión de leer. Es una porquería, pero dice la verdad: «Adolf Hitler se ha equivocado, porque los judíos no son nuestro enemigo, sino más bien nuestros aliados. Nuestro enemigo es la emigración de los negros que quieren ocupar nuestra tierra y apresar a nuestras mujeres». Este idiota es el verdadero teórico de lo que pasa por la cabeza de muchos de los blancos europeos. Así pues, el fenómeno al que estamos asistiendo no es la victoria electoral de la derecha, sino la emergencia de la forma final de la relación política entre el norte del mundo y el sur del mundo. Y esta relación hoy es una guerra de exterminio.
J. A.: Permíteme ser concreto en este punto. En tu opinión, más que como un ascenso de la extrema derecha este fenómeno debería caracterizarse como una vuelta del nazismo. Hitler fue una anticipación. Mi pregunta entonces es la siguiente: ¿hay que elegir la retirada, la deserción, la resignificación, o podemos, mientras nos preparamos para esa retirada de la que hablas, apoyar a aquellas fuerzas políticas que al menos intenten frenar —aunque el freno sea muy débil, aunque el freno estructuralmente sea muy frágil— el ascenso del nazismo? ¿O para ti no existe freno alguno?
F. B.: Naturalmente, cada vez que podemos elegir entre los asesinos y los traidores de la izquierda, elegimos... es obvio. Pero, a mí me interesa entender lo que está pasando dentro de la subjetividad psíquica, y también política, de la nueva generación. Porque eso es lo más importante.
Cuando pensamos en el peligro que el fascismo supone para la vida, para nuestra vida, para la de todos, tenemos que preguntarnos también cómo puede la nueva generación relacionarse con ese fenómeno. Mi percepción es que cuando hablamos de nueva generación, tenemos que definirla desde el punto de vista a partir del cual ella misma se define. Hay una expresión nueva en la historia del pensamiento y de la política: «última generación». Ese el término que un número creciente de jóvenes de izquierda, ambientalistas, socialistas, en todos los países de Europa, emplean para definirse a sí mismos, y esa es la expresión que tenemos que interpretar. Yo la llamo también «generación poscovid», porque el covid supone una ruptura para todos, pero esa ruptura es especialmente fundante y traumática para la generación de los jóvenes y adolescente. Tras el covid, esta generación ha aprendido que hay fuerzas procedentes de la naturaleza exterior y de la naturaleza interior de nuestro cuerpo que no se pueden gobernar.
Y hay al mismo tiempo una redefinición profunda del régimen mismo del deseo. La desaparición de la sexualidad en la vida social es un tema fundamental que el psicoanálisis no logra explicar. Un psicoanalista italiano de formación junguiana llamado Luigi Zoja ha publicado recientemente un libro que se titula Il declino del desiderio en el que explica con muchos números y estadísticas esta desaparición aparente.
J. A.: En el libro, solo haces referencia al Discurso Capitalista de Jacques Lacan una vez. Lacan tiene un concepto, jouissance (goce), que tú no utilizas, pero precisamente el discurso capitalista en Lacan es un empuje al goce, que para Lacan no es el placer, es un más allá del principio del placer. Se acerca más a la pulsión de muerte que al placer, y el goce es la progresiva extinción del deseo. Quiero decir que, sin apelar a las estructuras junguianas, en el propio Lacan ya habría una explicación de la declinación del deseo en el discurso capitalista.
F. B.: Naturalmente, tu referencia al discurso capitalista es crucial, porque permite redefinir el viejo concepto de deseo dentro de un marco más amplio, del marco freudiano y también del deleuziano-guattariano. Pero ahora me parece que tenemos que reformular el concepto mismo de deseo a partir de una experiencia más consistente con la vivencia de la última generación. Me explico. Estaba hablando de este libro sobre el declive (en español, La pérdida del deseo). Yo no estoy seguro de si se trata del declive del deseo o de la desaparición del sexo. El hecho de que la frecuencia de las relaciones sexuales es un cuarto de lo que era hace treinta años resulta llamativo. Y es también interesante. ¿Significa que el deseo ha desaparecido o que está redefiniéndose en un cuadro en el que el cuerpo se vuelve menos importante que el signo, que la semiótica? Lo que me parece es que vivimos un pasaje de hipersemiotización del deseo, de estetización del erotismo. Eso es importante también para imaginar cómo la nueva generación, la última generación, está pensándose a
