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La Roma de Pedro y Pablo: Manual del peregrino para los sitios del Nuevo Testamento en la Ciudad Eterna
La Roma de Pedro y Pablo: Manual del peregrino para los sitios del Nuevo Testamento en la Ciudad Eterna
La Roma de Pedro y Pablo: Manual del peregrino para los sitios del Nuevo Testamento en la Ciudad Eterna
Libro electrónico274 páginas3 horas

La Roma de Pedro y Pablo: Manual del peregrino para los sitios del Nuevo Testamento en la Ciudad Eterna

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El presente manual es una breve guia para aquellos interesados en los lugares romanos que tienen que ver con el Nuevo Testamento, y en particular con Pedro y Pablo. Por mas de 10 anos el Dr. Schmisek ha dirigido Programas de Educacion para el Ministerio en la Ciudad Eterna. Este libro ha tomado forma gracias a las preguntas, aportaciones y comentarios hechos por alumnos a lo largo de esos anos. Si bien no se abordan todas y cada una de las edificaciones referidas por el Nuevo Testamento en la ciudad de Roma, el manual mas bien se enfoca en lugares e iglesias significativas que guardan una cierta relacion con algun relato petrino o paulino: se incluyen lugares tales como San Pedro en el Vaticano, San Pablo Extramuros, lo mismo que San Pedro en el Montorio y las Tre Fontane.

En este libro hay dos partes primarias: la primera consiste en un sondeo de lo que se sabe (y no se sabe) en referencia con el tiempo que Pedro y Pablo transcurrieron en Roma. En este sondeo se incluyen tambien las diversas fuentes de los relatos paulino y petrino ya que estas resultan clave para entender muchos de los sitios por visitar, asi como su significado. La segunda parte del libro se parece mas a una guia turistica presentada en cuatro secciones, mismas que se corresponden de manera general con las areas de la ciudad. Este breve manual sera una guia valiosa para aquellos que buscan un mayor entendimiento del contexto historico y legendario de los sitios historicos petrinos y paulinos en Roma.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jun 2023
ISBN9781666779721
La Roma de Pedro y Pablo: Manual del peregrino para los sitios del Nuevo Testamento en la Ciudad Eterna
Autor

Brian Schmisek

Brian Schmisek is Provost at the University of Saint Mary of the Lake in Mundelein, IL a position he accepted after serving as Provost and Dean of Faculties at Saint Mary's University of Minnesota. Prior to that he was Professor and Dean of the Institute of Pastoral Studies at Loyola University Chicago, and the Founding Dean of the School of Ministry at the University of Dallas. He is an award-winning author and published scholar.

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    La Roma de Pedro y Pablo - Brian Schmisek

    Parte I

    1

    Pedro y Pablo en Roma

    Nuevo Testamento

    Dato no menos sorprendente es que, a pesar de que Pedro y Pablo sean considerados a menudo como los fundadores de la Iglesia en Roma, no hay evidencia fehaciente de que alguno de ellos haya estado en la Ciudad Eterna antes de que Pablo escribiera su carta a los Romanos en el invierno de 57–58 . En esa carta habla de su deseo de quedarse ahí desde hace muchos años ( 15 : 23 ; cf. 1 : 13 ). Parte de la razón por la que no había estado ahí aún era debido a su costumbre de no predicar donde otros han puesto los cimientos ( 15 : 20 ). Esa era la razón por la cual siempre me veía impedido de llegar hasta vosotros (Rom 15 : 22 ). Y a pesar de nombrar a más de dos docenas de miembros de la comunidad (Romanos 16 : 3–15 ), nunca menciona a Pedro en esta carta a los cristianos romanos. Así pues, parece bastante seguro que la comunidad cristiana de Roma haya sido fundada por alguien más. Pero, ¿quién?

    Cuando Pedro predicó en Pentecostés poco después de la muerte y resurrección de Jesús, Lucas nos dice que había, entre muchos otros, algunos residentes de Roma (Hechos 2:10). Si algunos de dichos residentes formaron parte del grupo que se bautizó en Pentecostés, la simiente cristiana habría sido plantada en Roma a su regreso. Es posible que Andrónico y Junia, compatriotas de Pablo, hayan estado incluidos entre esos cristianos judíos mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo (Rom 16:7). Decir que Andrónico y Junia habrían estado presentes en Pentecostés, y que, por lo tanto, fundaron la comunidad cristiana de Roma, sería basarse en evidencia circunstancial en el mejor de los casos; no constituiría una prueba concluyente. Pero la hipótesis podría representar el mejor intento de ponerle nombre a dichos fundadores. Por más difícil que nos resulte, tenemos que admitir que los inicios de la comunidad cristiana en Roma están en gran medida rodeados de misterio.

    Escritas años después de la Carta de Pablo a los Romanos se encuentran las cartas petrinas. La mayoría de los expertos hoy en día considera que la 1ª y 2ª Cartas de Pedro son atribuibles a un pseudónimo suyo; es decir, las escribió alguien que no era Pedro. Aunque la Segunda Carta de Pedro no ofrece ninguna indicación de dónde fue escrita, en la Primera Carta de Pedro se afirma que fue Silvano de Babilonia (5:13) quien la escribió (5:12), Babilonia resulta ser una especie de nombre clave para designar a Roma (cf. Ap 14:8; 16:9; 18:2, 10, 21). Marcos se encuentra allí también. Los versículos (1 Pedro 5:12–13) son la primera referencia escrita a una sociedad existente entre Silvano, Marcos y Pedro en Roma. Tal sociedad, también se menciona en Hechos, aunque no se la ubica en Roma. Allí, una cierta María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos tenía una casa en Jerusalén (Hechos 12:12) a la que Pedro huyó al escapar de la prisión. (A manera de comentario al margen, se dice que las cadenas con las que estuvo apresado en ese encarcelamiento están en San Pietro in Vincoli [San Pedro en Víncoli] en Roma). De modo que, aunque la 1ª y 2ª de Pedro se atribuyen a un pseudónimo, por lo menos la 1ª de Pedro hace mención a la sociedad establecida entre Pedro, Marcos y Silvano en Roma.

    Marcos era conocido también como el primo de Bernabé (Col 4:10) y acompañaba a Bernabé y Pablo como parte de un viaje misionero (Hechos 12:25—13:13). Sin embargo, parece que tan pronto las cosas se pusieron difíciles, Marcos se fue por pies, y los abandonó en Panfilia (Hechos 13:13). Se reunieron de nuevo en el llamado Concilio de Jerusalén (Hechos 15) donde estaban presentes tanto Pedro como Silvano (Silas). Tras esto, Pablo se negó a viajar con Marcos por causa de dicha deserción (Hechos 15:38). Pablo y Silas fueron en una dirección, mientras que Bernabé y Marcos, siendo al final primos, partieron en otra. La carta que se atribuye incontestablemente a Pablo, escrita cuando Pablo era un anciano (presbytēs) (2 Fil 9) menciona a Marcos (Fil 24) al igual que 2 Tim 4:11, carta cuya atribución a Pablo es aún debatida. Por lo anterior parece que Pablo y Marcos se reconciliaron finalmente. Los últimos años de Marcos habrían transcurrido en Roma, quizá una vez más junto a Pedro. Por lo tanto, el trío (Pedro, Marcos, Silvano) que figura en la 1ª de Pedro tiene raíces probables en Hechos.

    El Nuevo Testamento parece ser consciente también de que Pedro murió como mártir, o al menos de que no murió de vejez. En el epílogo del Evangelio de Juan, lo que se conoce comúnmente como el capítulo 21, Jesús hace una predicción acerca de Pedro. Inmediatamente después de la reivindicación de Pedro en la que Jesús le pregunta tres veces ¿me amas?, y Pedro responde tres veces de forma afirmativa. Jesús continúa diciendo:

    En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.» (Juan

    21

    :

    18–19

    ).

    Esta es quizás la indicación más clara en el Nuevo Testamento de que Pedro murió mártir, y, con todo, no nos da ninguna indicación de dónde. No obstante, afirma, "cuando llegues a viejo (gērasēs)", lo cual indica la edad en el momento de su muerte.

    Por lo que respecta a Pablo, contamos con los Hechos de los Apóstoles de Lucas, la segunda mitad de los cuales son en esencia los Hechos de Pablo, ya que él es el personaje principal. Hechos de los Apóstoles concluye con Pablo que se encuentra bajo arresto domiciliario en Roma (Hechos 28:16). Sin embargo, el final parece bastante abrupto para nuestros oídos modernos y no tan satisfactorio: Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había alquilado [en Roma] y recibía a todos los que acudían a él; predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno (Hechos 28:30–31).

    De hecho, el final es tan desconcertante e inesperado que, ¡hubo por lo menos un erudito que lo comparó con el final de la serie Los Soprano de HBO! Pues, en efecto, nos deja preguntándonos qué pasó con Pablo. ¿Alguna vez fue liberado de su arresto domiciliario? ¿Tuvo oportunidad de comparecer ante el César (es decir, Nerón), a quien Pablo había apelado (Hechos 25:11–12)? ¿Al final, sí pudo ir a España como en su momento deseaba? (Rom 15:24)? ¿O fue condenado a muerte por Nerón?, los Hechos nos dejan ansiosos por la respuesta. Los demás libros del Nuevo Testamento resultan ser de poca ayuda. La última de las cartas indiscutiblemente atribuidas a Pablo es muy probablemente la Carta a Filemón, escrita desde la prisión (Filemón 1:9–10, 13:22–23) cuando era un anciano(Filemón 9) como señalamos anteriormente. Se han propuesto varios lugares para ubicar esta carta, incluyendo Roma, Cesarea y Éfeso. La opinión de los estudiosos en general se divide entre Roma y Éfeso, siendo esta última la que goza de más fuerza. De cualquier forma, Pablo menciona a Timoteo como corremitente (Filemón 1) y les hace extensivo un saludo de parte de Epafras (compañero de prisión), Marcos, Aristarco, Dimas y Lucas, todos ellos mis colaboradores (Filemón 24). Esto nos da la impresión de que se trataba como de un grupo cuyos miembros se brindaban apoyo en los momentos difíciles. El incipiente movimiento fue testigo de la prisión de uno de sus líderes, pero también del poder de su pluma.

    Además de esta última carta irrefutablemente paulina, tenemos la última voluntad y testamento o también conocida como 2ª Carta a Timoteo, la cual es una carta escrita desde prisión (1:16; 2:9; 4:16). Aunque muchos expertos consideran que dicha carta se puede atribuir a un seudónimo, es relativamente reciente el renovado interés según el cual se ve a dicha carta como auténticamente paulina. De ser así, la 2ª de Timoteo habría sido escrita desde Roma, tras su primera comparecencia (2 Tim 4:16), en la que intuye que su fin se acerca (2 Tim 4: 6–8). La siguiente generación de cristianos identificará a algunos que se mencionan en la carta como Padres de la Iglesia, mismos que serán foco de interés cuando estudiemos el tema de Roma. Por ejemplo, Ireneo identifica a Lino (2 Tim 4:21) como el obispo de Roma que sucedió a Pedro. Pudente (2 Tim 4:21) se convierte en la fuente de posterior leyenda y sus supuestas hijas darán nombre a dos iglesias en Roma (Pudenciana y Práxedes). Se menciona también a Prisca y Aquila (2 Tim 4:19), cabe mencionar que en Roma también existe una iglesia puesta bajo su advocación. Hablaremos más de ellos cuando nos toque visitar dicha iglesia.

    Con esto último se agota todo con lo que se cuenta en la ya escasa evidencia que aporta el Nuevo Testamento, mismo que guarda silencio respecto del hecho de que Pedro y Pablo fundaran la Iglesia en Roma, o incluso de que sufrieran el martirio allí.

    Padres Apostólicos

    El término Padres Apostólicos designa a un conjunto de escritos de autores cristianos que tradicionalmente se ha considerado que tuvieron relación directa o indirecta con los Apóstoles. Algunos de los Padres Apostólicos consideran a Pedro y Pablo fundadores de la Iglesia en Roma, no porque fueran los primeros en evangelizar allí, sino porque ambos sufrieron el martirio allí. Por ejemplo, la Primera Carta de Clemente, escrita en Roma alrededor del año 96 d. C. ubica allí las muertes de Pedro y Pablo, al relatar lo siguiente,

    Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los campeones que han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante los nobles ejemplos que pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia. Miremos a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente (

    1

    Clem

    5

    ).¹

    Curiosamente, y quizás de manera un tanto problemática, Clemente dice de Pablo que había alcanzado los extremos más distantes del Occidente. ¿Estará aludiendo a España? Difícilmente parece que se refiera a Roma. Aun así, menciona otros aspectos de la vida de Pablo de los cuales no tenemos ninguna otra evidencia: la lapidación, el exilio. Por todo lo anterior, hay que leer a Clemente con cierta precaución.

    No solo Clemente, sino también Ignacio de Antioquía, alrededor del año 110 d. C., se refieren a Pedro y Pablo en su carta a los Romanos. No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento.² Así que el período de los Padres Apostólicos apunta hacia la presencia de Pedro y Pablo en Roma, pero no necesariamente a sus respectivos martirios allí.

    Los Apologistas

    Mientras que los Padres Apostólicos escribieron principalmente a los miembros de la comunidad creyente, los apologistas en la segunda mitad del siglo II escribieron principalmente a aquellos fuera de la Iglesia. Los apologistas defendieron el cristianismo contra las persecuciones y acusaciones paganas. La literatura apologética floreció en los siglos II y III, y continuó incluso después de la victoria política del cristianismo en el imperio.

    Curiosamente, un apologista notable, Justino mártir (aprox. 100–165 d. C.), vivía en Roma, pero ni una sola vez menciona que Pedro o Pablo hayan vivido allí, que hayan fundado la Iglesia allí o que hayan sido martirizados allí. En cambio, Justino nos habla de un tal Simón Mago, que es el mismo Simón de Hechos 8:9–24 (1 Apol. 26). Simón Mago, durante siglos fue conocido como el ‘padre de todas las herejías’. Algunas historias de Justino acerca de la llegada de Simón Mago, a Roma durante el reinado del emperador Claudio (41–54 d. C.) se convirtieron en material original para muchas leyendas posteriores que darán forma a nuestra comprensión de Roma. Por ejemplo, Justino dice que los romanos honraron a Simón Mago, con una estatua erigida entre dos puentes en el río Tíber, misma que llevaba la inscripción latina: Simoni Deo Sancto (a Simón, el dios santo) (1 Apol. 26). ¡Vaya reconocimiento! Mismo que significaría que Simón Mago, causó profunda mella entre los romanos.

    Pero si examinamos más a fondo, parece que Justino malinterpretó algo, y es que en el Renacimiento desenterraron una estatua erigida a Semo Sancus dius fidius, una deidad romana de los juramentos y de los acuerdos, adorada en la colina del Quirinal y en la isla del Tíber. El nombre de la deidad era a menudo simplemente Sancus, aunque también era Semo Sancus. El apelativo "dius fidius se traduce como hijo de Júpiter". Con cierta frecuencia el nombre Sancus también se escribía Sanctus. De esta manera, una dedicatoria que rezaba, Semoni deo sancto ("a Semo deus Sanctus"), fue mal entendida por los cristianos como si se refiriese a Simón Mago, cuando en realidad los romanos se referían a Semo Sancus, hijo de Júpiter. Sin embargo, de cara a lo que nos ocupa, más allá de alguna referencia a Simón Mago, la ausencia de cualquier alusión a Pedro o Pablo en Roma por parte de Justino se pierde en un silencio ensordecedor.

    Otro apologista temprano fue un alumno de Policarpo, Ireneo de Lyon (aprox. 120–202 d. C.), quien escribe sobre Pedro y Pablo, los dos apóstoles más gloriosos que fundaron y edificaron la Iglesia en Roma³. Esta es la primera afirmación clara y explícita de su fundación de la Iglesia, lo cual va más allá de la evidencia del Nuevo Testamento, como lo hemos visto. Quizá Ireneo usa fundar en el sentido de ser martirizado allí, aunque no menciona su muerte o martirio. Por lo anterior, los estudiosos en el tema toman estas palabras de Ireneo no sin cierta precaución.

    Tertuliano (aprox. 160–240 d. C.) parece ser el primero en colocar el martirio de Pedro y Pablo en Roma:

    Qué feliz esta iglesia a la que los Apóstoles dieron, con su sangre, toda la doctrina, donde Pedro es igualado a la pasión del Señor, donde Pablo es coronado con la muerte de Juan, donde el apóstol Juan después que, echado en aceite rusiente, no sufrió ningún daño, es relegado a una isla.

    Aun así, el valor del testimonio de Tertuliano podría ser cuestionado ya que equipara el martirio de Pablo con el de Juan, quien salió ileso tras ser sumergido en aceite. En otro documento de Tertuliano (Scorpias, 648) alude al pasaje juanino (21:18) acerca de la eventual muerte de Pedro cuando afirma que alguien sujetó a Pedro con un cinturón mientras estaba atado a la cruz. En el mismo documento, Tertuliano también afirma claramente que Pablo fue martirizado en Roma.

    Existe otra conversación fascinante de la que podremos enterarnos como cuando a hurtadillas acercamos la oreja a la puerta. Durante la misma escuchamos a Tertuliano contar su versión de una disputa que con toda probabilidad tuvo con Calixto, quien fuera obispo de Roma del 217–22. Calixto emitió un edicto que permitía a los promiscuos recibir una penitencia y el perdón. En ese momento, lo anterior representaba un paso adelante para la Iglesia, ya que hasta entonces ese pecado (el adulterio) era imperdonable. Calixto apeló a que Jesús le había dado a Pedro el poder de atar y desatar. Él creía, además, que dicho poder le había sido transferido a él (Calixto) ya que la Iglesia estaba junto a Pedro. Por su parte, Tertuliano vio esto como una lectura y aplicación muy poco ortodoxa de ese poder, ya que Jesús se lo había otorgado únicamente a Pedro. Para nuestros propósitos, el valor de esta discusión radica en la aseveración que hace Calixto basándose en relación tan próxima a Pedro, tal afirmación fue tan cierta que al final de su vida sus restos terminaron reposando a esa misma distancia de dicho apóstol. El obispo de esa Iglesia tiene el poder que Jesús le había dado a Pedro. Esta es una clara evidencia de principios del siglo III de que la tumba de Pedro estaba en Roma.

    Así que para cuando llegamos al final del siglo III hemos visto pasar la noción de la presencia de Pedro y Pablo en Roma, de haber estado ausentes en su fundación (según el Nuevo Testamento) a ser nombrados pilares de la Iglesia (Clemente) quienes reprendieron a la comunidad cristiana de Roma (Ignacio), y quienes fundaron la Iglesia (Ireneo) con su sangre (Tertuliano). Sin embargo, no hay que dejar sin mencionar a Justino mártir, el apologeta que vivió en Roma, y que extrañamente no menciona a Pedro o Pablo, pero sí escribe sobre Simón Mago. Gracias a todo esto nos podemos hacer una idea de los aspectos problemáticos que

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