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Cómo escribir y pronunciar un discurso
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Libro electrónico270 páginas3 horas

Cómo escribir y pronunciar un discurso

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Por fin se publica en España un libro que es todo un referente –y gran éxito de ventas- en Estados Unidos. Ampliado y puesto al día para la era del tuit, sigue siendo el mejor instrumento para cualquier persona que necesite estructurar un discurso eficaz. Cómo escribir y pronunciar un discurso da consejos expertos para preparar una conferencia, una ponencia o un discurso, enseña a abordar el proceso de escritura y facilita valiosas herramientas sobre cómo actuar ante el público y superar posibles obstáculos.

Escrito en un estilo muy directo y práctico, no solo es útil para personas del mundo de los negocios, de la política o de la enseñanza, sino también para cualquier profesional que tenga que hablar en público. Una obra de prestigio enmarcada en la labor de esta colección de poner a disposición de los lectores guías prácticas de escritura y herramientas para la comunicación.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 mar 2015
ISBN9788490650752
Cómo escribir y pronunciar un discurso
Autor

Joan Detz

<p>Joan Detz lleva más de treinta años impartiendo cursos por todo el mundo para enseñar a dirigirse al público de un modo eficaz y atractivo; ha asesorado a muchas organizaciones sobre cómo presentarse ante los medios de comunicación y muchas empresas importantes han depositado en ella su confianza para que redacte sus discursos cruciales.</p> <p>Es también autora de <em>It’s Not What You Say</em>, <em>It’s How You Say</em> It y <em>Can You Say a Few Words?</em> (2006). Vive en Lancaster, Pensilvania.</p>

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    Cómo escribir y pronunciar un discurso - Joan Detz

    Dedicado a los redactores que han participado

    en mis talleres desde que empecé a impartirlos en 1992.

    Elija la excelencia. Supérese. Plus ultra.

    Prefacio

    Tiene en sus manos la tercera edición, revisada, de una obra que se publicó en 1984. La modesta propuesta de dos páginas que adquirió la editorial St. Martin’s Press se convirtió en un libro que sigue teniendo tirón después de tanto tiempo, y eso me parece tremendamente aleccionador. En estos años, cadenas enteras de librerías han cerrado sus puertas; los libreros independientes luchan a brazo partido para mantenerse en el negocio, y el marketing del libro electrónico se ha pasado años prediciendo el fin de la obra impresa. Pese a todo, aquí estamos: los lectores siguen leyendo, y este libro sigue funcionando en formato impreso y ahora, también, digital.

    Con cada nueva edición he introducido cambios (por supuesto). Pero nunca tantos como hasta ahora.

    ¿Qué ha cambiado en el mundo desde la edición anterior? En una palabra: todo. Y muy particularmente la manera en que nos comunicamos y el modo en que usamos la tecnología. Hace una semana, un cliente me preguntó: «¿Qué discursos se pueden dar en la era del tuit?». Mi respuesta, breve, fue: «Muy buenos discursos».

    Al revisar esta edición he tenido presentes en todo momento los aspectos relacionados con escribir y pronunciar discursos en el mundo de los negocios. Estos aspectos me han servido de guía en esta actualización. Puede que algunos sigan pensando que dar una charla consiste en llenar quince minutos en la agenda, pero los buenos ponentes y los buenos redactores de discursos saben que cada ponencia tiene un coste económico, y que hay que rentabilizar esa inversión.

    Responda estas preguntas:

    SI ALGUNA VEZ HA PRONUNCIADO UN DISCURSO: ¿se le ha ocurrido tomar nota de las horas invertidas en prepararlo, ensayar y hablar? ¿Cuál es el coste, en términos de tiempo, de pronunciar un discurso? Es más: ¿cuál ha sido su coste de oportunidad? ¿Qué ha dejado de hacer durante el tiempo invertido en investigar, escribir, atascarse, reescribir, añadir un PowerPoint, cambiar el PowerPoint y, para terminar, viajar al lugar de las ponencias?

    SI OCUPA UN CARGO DIRECTIVO EN UNA GRAN EMPRESA: ¿cuánto dinero se gasta su empresa en discursos mediocres año tras año? ¿Se le ha ocurrido sumar las horas que sus empleados han invertido en preparar las ponencias, pronunciarlas, acudir a ellas? Más aún: ¿se le ha ocurrido preguntarse qué ha obtenido de esa inversión?

    SI TRABAJA EN EL GABINETE DE RELACIONES PÚBLICAS DE UNA EMPRESA: ¿tiene la sensación persistente de que su equipo podría escribir mejores discursos? ¿Incluso mucho mejores discursos?

    SI ES CONSULTOR O DUEÑO DE UNA PEQUEÑA EMPRESA: ¿le preocupa competir con empresas de mayor tamaño, que disponen de mayores presupuestos para publicitarse? Puede que trabaje por cuenta propia como gestor, entrenador personal o abogado. Puede que sea el propietario de una única tienda. ¿Cuántas oportunidades de negocio está dejando pasar por no pronunciar discursos estupendos en las asociaciones e industrias de su sector?

    SI CONTRATA REDACTORES EXTERNOS PARA SUS DISCURSOS: ¿tiene la sensación de les lleva demasiado tiempo cumplir con el encargo? ¿Está harto de pasarse la mitad de la noche reescribiendo lo que le entregan?

    SI ES FUNCIONARIO, TRABAJA PARA EL GOBIERNO O PARA ALGÚN ENTE PÚBLICO: ¿puede desglosar los costes de las reuniones relacionadas con la preparación del discurso? ¿Puede justificar esos costes desde un punto de vista contable? Piense: horas de trabajo, alquiler de salas, gastos de audio y vídeo, almuerzo o merienda, transporte, alojamiento… Piense también en el número de asistentes. Añada las horas de trabajo que pierden para acudir. ¡Al final es una cantidad de dinero considerable!

    He escrito esta nueva edición con varios objetivos en mente. Quiero que este libro le ayude a:

    1. Preparar mejores discursos en menos tiempo.

    2. Pronunciar discursos que el público recuerde.

    3. Que esos discursos sean rentables (sí, rentables) para la inversión realizada.

    Quiero que este libro le ayude a sentirse de maravilla, y a sonar de maravilla, cuando se suba al estrado.

    Nunca olvide que con una tecnología que permite que cualquiera le grabe fácilmente (y ante la perspectiva de que es probable que esto ocurra), las charlas pronunciadas en un momento y ciudad determinados se convierten en elementos atemporales y globales. A usted le parecerá que solo está hablando veinte minutos ante unas personas en San Antonio, pero su ponencia, grabada, puede terminar en cualquier lugar, y quedar para siempre en el mundo digital.

    La cuestión crucial es: ¿cómo quiere que le vea la posteridad? Esto basta para lamentar no haber puesto mayor interés y no haber ensayado más antes de la ponencia, ¿verdad?

    Terminaré con una última observación:

    En 2012, su santidad el XIV Dalai Lama conquistó al público que fue a verle al College of William & Mary en Williamsburg, Virginia, la universidad donde yo estudié. Las entradas se vendieron en dieciséis minutos. El estadio tiene un aforo de ocho mil doscientas personas. Otras diez mil personas más lo siguieron en línea, a través de Livestream. El público –presencial y en línea– procedía de 109 países.

    El líder espiritual budista, de setenta y siete años en aquel mo­mento, galardonado en 1989 con el Premio Nobel de la Paz, pronunció un discurso que duró cuarenta y cinco minutos (y lo hizo tocado con una gorra dorada y verde de William & Mary, ni más, ni menos); siguió una ronda de preguntas que duró treinta y cinco minutos, durante los cuales no perdió el aplomo ni un instante. El tema era «Amor, compasión y entendimiento». Si hablo de ello, es por las lecciones que nos dio.

    Pocos ponentes llegaremos nunca a tener ocho mil doscientas personas pendientes de nuestras palabras y de nuestros silencios. Pocos daremos charlas con entradas a la venta que vuelen en dieciséis minutos. Las nuestras se quedarán con suerte en «interesantes», y algunas serán tan aburridas que el público casi estará dispuesto a pagar por irse. A muy pocos nos seguirán en directo por Livestream, y a muy pocos nos citarán en todo el mundo.

    Sin embargo, todos podemos hacerlo mejor, mucho, mucho mejor.

    Todos los ponentes podemos mejorar. Todos podemos subir nuestro listón, poco a poco.

    Nunca olvide que, llegado el momento de escribir y pronunciar un discurso, el coste de la excelencia no es mayor que el de la mediocridad. Quédese con la excelencia. Llevo más de veinte años impartiendo seminarios sobre cómo escribir discursos y nunca insistiré lo bastante en este punto.

    Si sigue los consejos de este libro, enganchará a su público. Dirá algo que valga la pena oír. Dará charlas que distinguirán a su empresa, y también a usted.

    Sus charlas llamarán la atención. Le prometo que le recordarán.

    Le deseo todo lo mejor para que tenga éxito.

    1

    Le han pedido que pronuncie un discurso. ¿Y ahora qué?

    Una conversación es un viaje. Necesita mapas. Si quien habla empieza por cualquier sitio, no llega a ninguna parte.

    DALE CARNEGIE, empresario

    Todo suele empezar de la forma más fácil: una llamada telefónica o un correo le invitan a dar una charla en algún acto. Una universidad le pide que hable sobre su trayectoria profesional, la cámara de comercio organiza una reunión y quiere que pronuncie unas palabras sobre su negocio, o una organización sin ánimo de lucro quiere que comparta su experiencia con otras personas.

    Pero a veces no es tan fácil. Puede que su jefe le pida que dé una charla en una convención nacional, o que tenga que participar en un podcast o en un seminario en línea. Tal vez una asociación profesional le pida que hable en un encuentro internacional.

    ¿Qué hace en ese caso? ¿Dice inmediatamente que sí y se pone a garabatear para acaparar ideas?

    Si es inteligente, no.

    Tenga presente que una invitación para hablar es precisamente eso: una invitación. Puede escoger. Tiene opciones:

    Aceptar inmediatamente en los términos que le proponen (yo no lo recomiendo).

    Aceptar con cambios menores (por ejemplo, les pregunta si pueden ajustar un poco el programa para que encaje bien en sus necesidades de viaje).

    Agradecer la invitación y decir que antes de dar una respuesta en firme necesita unos días para organizar su agenda (con lo cual se puede informar discretamente sobre si ese acto le merece la pena).

    Informar a quienes le invitan de que le encantaría acudir, pero que no le es posible en el mes propuesto (y sugerir un momento que encaje mejor en su agenda).

    Rechazar amablemente.

    La cuestión es que se trata de una invitación, no de un requerimiento de comparecencia ante el juzgado. Y usted, en calidad de invitado, goza de ciertas prerrogativas.

    El momento de posicionarse para dar la charla con éxito es éste: cuando acepta la invitación y fija las condiciones en que va a pronunciarla. ¿Por qué comprometerse a hablar durante treinta minutos, si sabe que solo necesita quince? ¿Por qué aceptar hablar a las seis de la tarde (lo cual puede complicar sus planes de vuelo) cuando puede pedir hacerlo a las cuatro y media?

    Una vez que ha aceptado, decida qué quiere decir

    Empiece por preguntarse: «¿Qué quiero decir realmente?». Tiene que darse una respuesta categórica. Céntrese en el tema del que realmente quiere hablar, porque no puede incluirlo todo.

    Insisto: no puede incluirlo todo. De hecho, si intenta incluirlo todo, lo más probable es que el público no saque nada en claro. Decida lo que realmente quiere decir, y no incluya nada más.

    Por ejemplo: si va a hablar de los condicionantes éticos de su empresa a la hora de seleccionar proveedores, no hace falta que se remonte a los orígenes remotos de la fundación y les cuente su historia completa.

    Si está ante maestros y quiere recaudar fondos para algún proyecto, no plantee el tema de los problemas de los centros de enseñanza media.

    Si va a un colegio para hablar de la necesidad de potenciar la inteligencia emocional, no se salga por la tangente mencionando el sueldo del equipo directivo.

    Lo ha captado, ¿verdad? Lo suyo no es una disertación. No puede incluir todos y cada uno de los sabios pensamientos que se le pasen por la cabeza.

    Ya lo dijo Voltaire: «El secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo».

    Qué hacer cuando no se tiene nada que decir

    Imagine que no se le ocurre nada. Si no sabe qué decir, hágase algunas preguntas básicas sobre su departamento, su empresa o su sector.

    Piense con mentalidad de periodista, indague hasta encontrar buen material.

    ¿QUIÉN? ¿Quién nos ha metido en este lío? ¿Quién puede sacarnos? ¿Quién manda aquí realmente? ¿Quién se va a beneficiar de este proyecto? ¿A quién se debe nuestro éxito? ¿Quién debería trabajar en nuestro equipo? ¿Quién sufrirá las consecuencias si la fusión de empresas sale mal?

    ¿QUÉ? ¿Qué significa esta situación? ¿Qué ha sucedido realmente? ¿Qué no ha funcionado? ¿En qué situación nos encontramos ahora? ¿Qué queremos que pase luego? ¿Qué traerá el futuro? ¿Cuál es nuestro punto fuerte? ¿Cuál nuestro punto débil?

    ¿DÓNDE? ¿Adónde vamos desde aquí? ¿Dónde buscar ayuda? ¿Dónde recortar presupuesto? ¿Dónde invertir? ¿Dónde buscar asesoramiento? ¿Dónde queremos estar dentro de cinco años? ¿Dónde podemos expandirnos? ¿Dónde nos toparemos con el próximo problema que haya que afrontar?

    ¿CUÁNDO? ¿Cuándo empezaron a ir las cosas mal? ¿Cuándo empezaron a mejorar? ¿Cuándo nos vimos involucrados por primera vez? ¿Cuándo estaremos listos para asumir un nuevo proyecto? ¿Cuándo cabe esperar que se note una mejoría en la empresa? ¿Cuándo vamos a ganar dinero? ¿Cuándo podremos ampliar personal?

    ¿POR QUÉ? ¿Por qué ha pasado esto? ¿Por qué nos hemos involucrado? ¿Por qué no lo hemos hecho? ¿Por qué hemos tardado tanto en involucrarnos? ¿Por qué permitimos que este desorden continúe? ¿Por qué estamos celebrando esta reunión? ¿Por qué tenemos que mantener esta línea de actuación? ¿Por qué seguir siendo pacientes? ¿Por qué los demás han empezado ese programa?

    ¿CÓMO? ¿Cómo podemos salir de esta situación? ¿Cómo nos hemos metido en ella? ¿Cómo explicarla? ¿Cómo protegernos? ¿Cómo actuar? ¿Cómo invertir el dinero? ¿Cómo optimizar recursos? ¿Cómo conservar la reputación? ¿Cómo mejorar nuestra imagen? ¿Cómo funciona realmente este programa?

    ¿QUÉ PASARÍA SI…? ¿Pudiéramos cambiar el sistema impositivo? ¿Construyéramos otra nave? ¿Cambiara la normativa? ¿Nos extendiéramos hacia otros ramos? ¿Los costes siguieran aumentando? ¿Mejorásemos nuestra política de contratación?

    Estas cuestiones pueden servir de guía para encontrar ideas interesantes. ¿Con esto no se inspira? En tal caso, eche un vistazo a la página web de una empresa de algún sector distinto del suyo. Consulte un blog que ofrezca un punto de vista diferente. Lea alguna publicación académica sobre otra disciplina. Lea alguna revista que no suela leer. Hojee una publicación extranjera. Haga un seguimiento por RSS a lo largo de una semana, o dos. Únase a un grupo de LinkedIn para saber qué piensan otras personas. En definitiva: haga algo que le proporcione una nueva

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