Piscis
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Piscis - Francesca Garro
Notas
El signo de Piscis ha tenido desde siempre un poder seductor sobre mí. Me encuentro y me pierdo en un altibajo de emociones que no tienen igual cuando redescubro mi naturaleza neptuniana y me zambullo en el Agua magnífica de los océanos. Entendí hace tiempo que necesito dejar vivir este ser emocional que llevo dentro para sentirme viva y creativa.
Mi hijo, que ahora tiene tres años, nació con el Sol, la Luna, Mercurio y Júpiter en el signo de Piscis. He empezado con él una estupenda aventura que todavía me fascina y que ha afinado mucho mis antenas neptunianas. Gracias a él he exaltado las potencialidades de Piscis y quizá me siento más joven que antes, si a la juventud se le dedica la fuerza expresiva de la fantasía. El Agua turbia e inquieta de mi ascendente Escorpio se purifica mezclándose con un Agua clara, infinita, que anhela pertenecer al cosmos superando los egoísmos personales. Y puedo, a veces, sentirme feliz.
He hablado de mí para hablar de ustedes, nativos del signo de Piscis. Es verdad que en cada ser humano existe un porcentaje, grande o pequeño, de cada signo, en analogía con todo el Hombre Zodiacal, y cuando es posible integrar nuestra parte Piscis se puede considerar realmente una conquista. En nuestra sociedad actual no es fácil desarrollar las cualidades a las que predispone Neptuno, parece que se hace más fácil vivir los rasgos disgregados y nebulosos. Todo es relativo, es verdad, y si se parte del hombre para entender la sociedad no se puede generalizar; desde siempre los Piscis llevan en sí mismos significados opuestos: la unificación del Ser con el Espíritu universal y el opuesto oscuro en el que la conciencia se confunde y se pierde.
Como los otros dos signos de Agua del zodiaco, Cáncer y Escorpio, también los Piscis se sienten atraídos por los misterios que la naturaleza humana custodia en sí misma. Sobre todo, usted está más cerca del pensamiento mágico-analógico que hace miles de años originó, o quizá sólo descubrió, el arte de la astrología.
He notado muchas veces en los Piscis una implícita simpatía por la ciencia de los astros, una simpatía que no siempre es fruto del estudio y conocimiento de la materia sino el tácito reconocimiento de esa chispa que pertenece al hombre desde siempre y que en ellos se mantiene bastante viva.
La astrología puede ayudar a uno mismo a conocerse y a través del autoconocimiento lograr una mayor adquisición de claridad, a menudo más dolorosa que su forma de ser. Espero que este libro induzca a proseguir por el camino de la introspección, por el cual todos deberíamos encaminarnos para recopilar experiencias colectivas de mejor calidad.
Obligada premisa: nacer con el signo de Piscis no significa poderse reconocer totalmente en la tipología clásica. El tema natal completo y personal es el único que se puede acercar a nuestro verdadero ser a través de los símbolos; es decir, no todas las características típicas de las que hablaré pertenecen a cada individuo Piscis. Igual que posiblemente se reconocerán en estas páginas incluso los que no son Piscis, pero tienen la Luna o el ascendente en el signo, o Neptuno dominante, o también, una Duodécima Casa que hospeda muchos planetas.
Esta introducción la he escrito al final del libro así que... espero haber conseguido que se conozca a sí mismo a lo largo de las páginas que vienen a continuación y que se sienta protagonista a través de ese fino hilo que me une a usted.
Francesca Garro
Primera parte
... DEDICADO A TODOS LOS PISCIS
por Francesca Garro
«Mar encrespado desde el soplo de la fantasía. Mi alma vive esta noche y yo dejo la orilla segura.» f. g.
Para acercarse al simbolismo del duodécimo signo, el Piscis, tenemos que empezar por el principio, por el número uno, desde Aries y desde la Primera Casa zodiacal. El pensamiento analógico nos envuelve y nos acompaña en este viaje sin espacio, tiempo y comparación, en un devenir continuo y universal que encuentra resonancia plena dentro de nosotros y nos hace partícipes de que cada acontecimiento está inevitablemente unido a otros, determinando la totalidad.
El Principio se revela en Aries. La Primera Casa del zodiaco es dinámica, portadora de vida en toda su expresión energética; es primavera y la naturaleza se adapta a los ritmos de renacimiento. El Aries es un poderoso animal reproductor, fecundador y de naturaleza fogosa. Al Fuego masculino le sigue la Tierra, femenina, fértil como el toro-vaca que simboliza el segundo signo; la Segunda Casa es la materia fecundada, el principio negativo, maternal, acogedor como la estación en la que el Sol calienta tibiamente infundiendo confianza y fuerza vital. La Tercera Casa es móvil, en equilibrio inestable y a punto de abrirse al exterior para comunicar: en los Géminis la energía resultante de la unión se estructura, se diferencia y se eleva. La primavera se acaba, el día vence a la noche; el Cáncer se presta a cumplir la metamorfosis-gestación; la Cuarta Casa es sinónimo de útero, matriz de vida que da a luz. Y es el Sol-Leo que acoge el fruto de la unión entre espíritu y materia; la Quinta Casa es creativa, exaltación de la vida; la energía se manifiesta de lleno y podría ser a nuestra imagen. En el sexto signo, Virgo, el Ser se esconde en sí mismo, mortifica la exaltación del Yo; la Sexta Casa tiene la tarea de desconfiar, dudar y analizar. El ciclo estacional ha dado sus frutos, se recoge y se programa para el futuro. Libra anuncia el reposo; la Séptima Casa señala el justo punto de equilibrio entre evolución-involución. Pero es la oscuridad la que triunfa, el futuro es ya Escorpio. La Octava Casa es la disolución, la metamorfosis que puede conducirnos del plano material al espiritual; la muerte del Yo, el Agua regeneradora para la adquisición de un nuevo estado de consciencia. El Ser se encuentra en las puertas de Sagitario, la Novena Casa lo acoge para fortificar lo ideal y el espíritu haciendo que de esta forma sea capaz de proyectarse en el devenir superando las pruebas de la oscuridad más larga... Y todo parece sin vida, reina el silencio, el retiro de lo aparente que permite escucharse desde dentro. Es el invierno del Capricornio, la Décima Casa, en la que la maduración espiritual puede expresarse en la libre elección, en la separación de lo material. Triunfa el Ser en el ámbito de las ideas, frío ante el calor de los sentidos, en el signo que le sigue: Acuario. El elemento de la Undécima Casa es Aire, capaz de difundir los principios madurados en el oscuro invierno interior, sin perder las preciosas ventajas individuales. Y ya estamos en el signo de Piscis, la Duodécima Casa. Aquí tiene lugar la unificación, el fin y el principio se compenetran. Aparece el sentido del ciclo vital: todo se transforma para que nada muera; en marzo la naturaleza regenerada está preparada para volver a empezar y el Agua, linfa vital, fluye aportando energía. El Duodécimo signo cierra el ciclo zodiacal y es análogo a la Cuarta y a la Octava Casa porque en estos sectores tienen lugar las metamorfosis, en el Agua se dilata la consciencia. El Ser puede naufragar en el inconsciente o emerger unificándose. Si ha realizado completamente su destino puede evolucionar, volver a la Unidad Absoluta o, no liberado de la materia, volver a empezar, en Aries-Primera Casa, un nuevo ciclo vital.
El glifo de Piscis representa, precisamente, dos Peces que nadan en sentidos opuestos l, el izquierdo hacia abajo, involución, y el derecho hacia arriba, evolución. Están unidos entre ellos por un hilo de plata. Este símbolo encierra la esencia humana del Ser ejemplificado, con la eficacia que sólo el símbolo puede representar, la lucha de pulsiones opuestas, los polos contrarios, las antítesis: la eterna realidad de la naturaleza humana. Queda claro que la aguda percepción de esto puede provocar efectos estimulantes en el ánimo de los nativos del signo. El duodécimo sector está en analogía con las pruebas existenciales y las dificultades, pero simboliza también las posibilidades de superación de las mismas; esto puede dar en un cierto sentido la medida de la grandeza del Ser espiritual. Se trata siempre de una Casa importante en los temas natales de individuos que tienden a realizar, consiguiéndolo más o menos, su proceso de individuación.
Es bastante conocido el sentido religioso-sacrificado que se atribuye al signo de Piscis en muchas civilizaciones y en la religión Cristiana. «Cristo es el Salvador y el pez simbolizaba la unión en Cristo y el estado de incorruptibilidad que derivaba de ello. Este estado constituye la salvación, de salvus, literalmente entero
(sánscrito sarva, «intacto»). Incorruptibilidad quiere decir lo que no puede romperse, dividirse, es decir, el retorno a la Unidad primordial» (M. Senard).
En astrología, el signo de Piscis está gobernado por Júpiter y Neptuno. Después de deponer a Cronos con la ayuda de Hades, se decidió por sorteo quién tenía que gobernar sobre el cielo, el mar y la ultratumba; a Zeus le tocó el cielo, a Hades el reino de los muertos y a Poseidón el dominio de los mares. Poseidón se albergaba en un palacio en el fondo del mar Egeo, en Eubea. En sus caballerizas custodiaba espléndidos caballos blancos que el dios uncía al dorado carruaje con el que, enarbolando su inseparable tridente, surcaba las aguas. Cuando él aparecía, las tempestades se calmaban y una corte de monstruos marinos le seguía. Poseidón tenía un carácter cerrado, irritable y caprichoso y, al igual que su hermano Zeus, cortejaba a diosas y mujeres mortales, provocando celos en Anfitrite, su esposa.
El mito cuenta que la Nereida Anfitrite no quería casarse con Poseidón, pero este envió a Delfín, que la convenció para que accediera. Por esta razón, el dios del mar, en agradecimiento, lo colocó entre las estrellas del firmamento inmortalizándolo.
El mito de Afrodita y Cupido, relacionado con el signo de Piscis, es espléndido. Madre e hijo eran perseguidos por el dios Tifón (horrendo y tenebroso) y para salvarse se lanzaron al mar. Poseidón envió dos peces para que los salvaran. En señal de agradecimiento, los Peces fueron aceptados en el cielo dando origen a la constelación. Está muy claro el himno a la vida y la exaltación del amor que están implícitos en el mito, así como la intervención liberadora y salvadora de Piscis. Lanzarse al mar-inconsciente es representativo de la naturaleza enrevesada del Piscis que no quiere afrontar la realidad y se escapa buscando el olvido de la consciencia. Las aguas del mar son profundas, oceánicas, tan pronto tempestuosas como brillantes de luces emergentes sobre las olas, en movimiento perenne. Neptuno y su agua están en analogía con el inconsciente y el psiquismo de los Piscis es el más receptivo, dotado de posibilidades extrarracionales, bastante próximo con los límites que separan lo real de lo imaginario. El mar profundo que acoge y anula, y el agua que despierta la consciencia permitiéndole ver más allá. La inevitable dualidad. Un Pez nada hacia abajo, el segundo nada hacia arriba. Pero están unidos por un hilo de plata.
«La única verdad es que es necesario crearse, crear. Y es entonces cuando nos encontramos de nuevo.»
(en Encontrarse de L. Pirandello)
La personalidad
El conjunto de las actitudes temperamentales y de carácter de los Piscis dan vida a una personalidad fuertemente definida por dudas, incertidumbres y una sensibilidad emotiva aguda, preparada para captar con sutiles intuiciones los estados de ánimo de los demás y la atmósfera que les rodea. Existe una necesidad íntima y profunda de participación absoluta, cósmica.
Cada nativo del signo, sobre todo si está fuertemente determinado por valores Piscis en su propio tema natal (Luna, ascendente, Neptuno dominante), vive la sustancial e íntima contradicción simbolizada por el glifo de los dos Piscis que nadan en sentidos opuestos: el de la izquierda hacia abajo, enredado en la materia, el de la derecha hacia arriba buscando la evolución espiritual. Si encuentran espacio las valencias menos positivas del signo, el sujeto se realizará en la materialidad absoluta negando cada principio espiritual. O todavía peor, si no consigue establecer una unión, un fluir armónico de su personalidad en el mundo real, puede verificarse la huida de la consciencia y de las responsabilidades.
El inconsciente difuso puede sumergir todos los principios evolutivos relacionados con la naturaleza humana: es otro mundo que vive y no nos está permitido comprenderlo. Las dos hipótesis representan casos extremos, como podemos considerar rara la plena manifestación de