Luego de trabajar durante años como creativo publicitario en distintas agencias de Argentina, Hernán Prado llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esper...ver másLuego de trabajar durante años como creativo publicitario en distintas agencias de Argentina, Hernán Prado llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esperara al volver del trabajo. Lo que sí tenía era un velero y un disfraz de monja, dos cosas elementales para toda aventura surrealista. Años más tarde, el timón de su velero se averió y quedó a la deriva a cincuenta kilómetros de la costa más cercana. Antes de que pudiera arrepentirse por no haberse ido de mochilero, y después de comprobar que las bengalas que llevaba encima no cumplían la función que prometía el fabricante, tuvo la suerte de que un operador de radio escuchara su pedido de auxilio. Hernán Prado no es escritor, eso lo sabemos todos. Pero un día soñó con escribir un libro. Fue tiempo después de haber soñado con veleros, palmeras y delfines.ver menos