En una tarde soleada de enero en Juliaca,
una ciudad a orillas del lago Titicaca en las altas llanuras del sur de Perú, cientos de quechuas y aimaras se han reunido en la plaza principal para recordar la matanza de 18 manifestantes políticos y transeúntes por parte de las fuerzas de seguridad hace un año. Entre ellos se encuentra un hombre en un caballo negro, ataviado con una chamarra negra, un sombrero de ala ancha negro y botas de media caña negras con dorado. Se vistió así para evocar al revolucionario más icónico del país: Túpac