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TALENTO… Y ACCIÓN

Esta entrevista comenzó con un robo. Después de esta sesión de fotos, Quim Gutiérrez (Barcelona, 1981) respondió a mis preguntas con una generosidad y atención poco comunes. Sin embargo, esa misma semana, un ladrón oportunista decidió que mi móvil era una presa tentadora y, sin previo aviso, desapareció con él, llevándose consigo todas las grabaciones de nuestra fascinante interacción. Para mi sorpresa y alivio, el actor se adelantó con amabilidad y comprensión, y accedió a responder a mis preguntas por segunda vez, con el mismo encanto y profundidad que en la primera. Esta segunda charla, aún más encantadora que la primera, es un testimonio vivo del carisma y talento de Quim.

Ahora mismo estoy leyendo varias cosas, pero empezaré a rodar este mes. No puedo hablar mucho de este proyecto, pero he tenido una primera reunión con el director y estoy muy motivado. Es una comedia que me apetece mucho hacer. He hecho muchas más comedias que otro tipo de géneros, así que soy muy exigente a la hora de, una película dirigida por Mar Olid, que tiene un sentido del humor fantástico y sobre todo una energía envidiable a la hora de mover un equipo. Iba a decir "un sueño hecho realidad", pero es que detesto bastante esta frase. Fue una fortuna increíble en muchos aspectos. Yo estaba en París rodando cuando la productora contactó a mi agente y estaban buscando a alguien que hablara francés, pero de aspecto latino. Ha sido increíble encontrarte con un director al que admiras, al que le gusta lo que haces. Inevitablemente, en este trabajo, en el que muchas veces te sientes solo, cuestionado, teniendo que defender cosas que crees que generan desagrado en el otro, encontrarte con alguien de su talento, que te muestre que lo que haces le apetece y le divierte, le entretiene y le ayuda a contar su historia, es el mayor halago que me pudiera imaginar. Y otra de las joyas que me llevo de esta película es la amistad con la actriz francesa Nadia Tereszkiewicz, que ha ganado un César recientemente y está haciendo películas espectaculares. Lo que ocurre en Francia no ocurre en ningún otro país del mundo. El francés entiende el cine como un ejercicio cultural. Me contaban productores de allí que en Francia se estrena una película colombiana que ha tenido algún premio en un festival y la gente va como si fuera una película comercial. Y eso es un fenómeno inaudito. Sin duda, en España esto no ocurre, pero es que no ocurre en ningún otro sitio tampoco. Esto permite tener películas comerciales muy malas y muy buenas, y hay toda una gama de películas de presupuesto medio, sin limitaciones artísticas que pretendan llevarlo a lo comercial. Y eso es un absoluto lujo. Como siempre ocurre en los rodajes, aprendes muchas cosas a nivel personal y cada vez que te metes en un proyecto de mucho tiempo –como este de seis meses rodando en Barcelona–, es un proceso intenso. Y en cuanto al personaje, si no aprendí, puse en marcha recursos que no siempre puedo poner en funcionamiento y es el de investigar de manera muy profunda la psicología de un personaje para construir un tipo que huya de lo "amarillístico" –en este caso había mucha información sobre los personajes protagonistas– y construir un tipo humano a pesar de lo execrable que sean los crímenes que ha cometido. Digamos que mi función no es perdonar o juzgar al personaje, sino intentar comprender qué es lo que lleva a una persona a hacer lo que hizo o lo que dice la sentencia que hizo, para ser lo más correcto posible. Y reitero siempre que yo he construido un personaje de ficción basado en personajes reales, que yo no he copiado a los personajes reales porque ni lo pretendo ni puedo, sino que mi ejercicio fue generar un personaje de ficción inspirado en ellos. También fue un placer reencontrarme con Úrsula Corberó, con la que no rodaba desde hacía mucho tiempo y pudimos generar esta pareja tan peculiar, tan oscura. Yo de pequeño recuerdo ver en la televisión al alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, en el año 1992, hablando delante de la gente, y el hecho de que le hicieran caso, para mí, es simplemente que te pones delante de los demás y haces cosas y te miran. No es tanto que yo sufriera de desatención y la interpretación pretendiera enmendar eso. Sigo disfrutando con la coraza de un personaje, porque siempre soy yo mismo. Pero con la defensa de un personaje, disfruto mostrando emociones delante de los demás. Y reconozco que me recreo, por ejemplo, en las entregas de premios, donde decido inventarme un personaje, una versión de mí mismo que se pone un traje y que es muy simpático, que aunque esté delante de mucha gente, como en el caso de entregar un premio Goya, no está preocupado por si se equivoca o si se queda en blanco porque lo va a solucionar; alguien mucho más seguro que yo y que además está muy tranquilo. Sí, la verdad es que sí. A pesar de que toda la inercia nos lleva a rodar cada vez más deprisa y es tentador, entiendo, por cuestiones de tiempo, que evidentemente sería más rápido que los actores tuviéramos botones con los cuales hacer las interpretaciones que los directores quieren o los ayudantes de dirección o los productores, pero no funciona así. Por eso digo que hay que luchar por mantener "el sentido romántico" en la profesión. Cuando yo empecé, se solía dar el cinco y acción a los actores. ¿Qué quiere decir esto? Que como se rodaba en película, en ese momento, todavía a nivel de equipo técnico, se montaba todo, se comprobaba el sonido, se comprobaba el plano y cuando todo estaba bien, por fotografía, por todo, entonces se decía: "Rodamos cinco y acción". Se generaban unos cinco, siete, diez segundos de silencio absoluto. Aunque tú estés muy concentrado, ese silencio ayuda a estar en la emoción en la que tienes que estar y generar ese clima necesario para que las emociones salgan. Lo que pasa ahora es que como tiramos en digital, se dice "motor". Y es cuando ocurren mil cosas, cambios, y esto antes no se podía permitir. Entonces tú escuchas un montón de voces y de pronto dicen: "Acción". Y yo me he encontrado muchísimas veces diciendo: "No, disculpad, acción no. Cuando estáis preparados decís :"Cinco y acción". Porque lo mío no es mover una pieza. Necesito unos segundos para concentrarme. Entiendo que es por una cuestión de practicidad, pero es que interpretar no es práctico, emocionarse y enseñar los mimbres tan complejos de la personalidad humana no es práctico, y por tanto requiere de recursos que tampoco lo son, como generar un clima propicio para que una vez todo lo técnico está hecho, se dediquen unos segundos a que ese clima especial que permite que dos intérpretes que han dedicado mucho tiempo a ensayar y a crear un personaje generen algo genuino, humano, impactante, entretenido, con lo que el espectador pueda ver un poquito de luz y comprender algo distinto del alma humana. Creo que lo que hacemos no solamente es entretener. No me tomé esto como una profesión porque no podía. Es decir, fui un niño muy serio, era muy aplicado, me sabía siempre el texto, estaba en mi marca, "no la liaba", pero no era una profesión, me lo pasaba muy bien haciendo eso. Pero la sensación de profesionalización vino más tarde y yo creo que este es el mayor cambio. Los padres de mi primera novia se dedicaban al diseño, en este caso era el diseño de muebles. Y supongo que de una manera bastante normal, su profesión también les hacía interesarse por la moda. Y a mí se me abrió una puerta que me generó interés, como alguien interesado por la estética en general, pues empezó a gustarme comprar revistas de moda. Y ahí comenzó de una manera muy sencilla. No seguí con esta novia, pero a pesar de salir de ese entorno, seguí interesado en la estética, en la moda, y así fue creciendo, comprando revistas, libros, leyendo sobre moda al mismo tiempo que sobre arte y otras disciplinas artísticas. Y al principio de mi carrera, al principio del 2000, cuando empecé a hacer entrevistas, busqué en Madrid para que me dejaran ropa, pero no era tan común que un chico heterosexual se interesara por la moda y lo hablara con naturalidad, y sorprendía un poco más. Ahora mismo creo que afortunadamente no hay ningún tipo de prejuicio y es algo muy natural. Mi relación con Dior empezó muy pronto. Recogí el único Goya que me han entregado en el año 2007 vestido con un traje de la , diseñado por Hedi Slimane, el director creativo de moda masculina de Dior en ese momento. Fue un hito para mí porque una cosa es comprar revistas y ver los trajes que en ese momento no te puedes permitir y otra es que, de pronto, te lo dejen para ir a la gala de los Goya y, además, ganas el premio.

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