Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Repasar el catálogo de la primera exposición impresionista, inaugurada el 15 de abril de 1874 en el antiguo estudio fotográfico de Nadar, es una experiencia curiosa. Aparecen nombres míticos: Auguste Renoir, Claude Monet, Berthe Morisot, Camille Pissarro, Alfred Sisley, Edgar Degas. Incluso Paul Cézanne, más vanguardista que ninguno, con su atrevidísima obra Una Olympia moderna.
Pero ni rastro de Édouard Manet, el gran precursor, ni de Mary Cassatt, que acabaría uniéndose al grupo, ni de Gustave Caillebotte, quien financiaría sucesivas muestras. Otros nombres, en cambio, resultan sorprendentes, como el del paisajista Eugène Boudin, un asiduo del Salón oficial, que, sin embargo, nunca se consideró a sí mismo impresionista, aunquedad hoy podamos apreciar en el naturalismo