DECÍAN LOS FI- LÓSOFOS ME-DIEVALES QUE CUALQUIER LI-BRO ERA UNA REPETICIÓN DEL TEXTO SA-GRADO DE LA BIBLIA, UNA REESCRITURA. Quizá, por ello, cada una de nuestras acciones, sea una tácita e inconsciente, réplica de sus enseñanzas.
El mito de dar vida o aliento a la materia inanimada estuvo siempre presente, desde la literatura inaugural del Génesis hasta, por ejemplo, las invenciones para el público infantil del italiano Carlo Lorenzini, que, en el siglo XIX, creó al personaje de Gepetto, quien, a su vez, de un tronco inanimado, daría vida a Pinocho, cuya innata inocencia venía a ser la misma que tuvieron Adán y Eva antes de tomar la fruta prohibida del árbol del conocimiento. Este cuento infantil apareció por entregas a partir de 1881 en il Giornale per i bambini, y se publicó íntegramente como libro, dos años más tarde, con el título de Historia de un Buratino, cuando a punto estaba de echar el cierre un siglo en el que la ciencia y la literatura no habían dejado pasar la oportunidad de explotar el galvanismo, en el auge del desarrollo de la electricidad.
DEL GALVANISMO A LA BIOELECTRICIDAD
Esta teoría, divulgada en el siglo anterior por el médico y fisiólogo boloñés , sostenía que era posible provocar contracciones en los nervios y en los músculos devivos como inertes, gracias a los impulsos eléctricos, como demostró en su laboratorio con una rana. Y no iba desencaminado, porque la bioelectricidad es hoy una realidad constatada. De hecho, los desfibriladores consiguen que vuelva a latir el corazón gracias a una descarga eléctrica en la pared torácica.