“MI PREDISPOSICIÓN a la arquitectura era natural, pero al mismo tiempo fui testigo de la complejidad de vivir de ella, sobre todo, en un México que con frecuencia entraba en crisis al final de cada sexenio. Cuando terminé la preparatoria, me di un espacio de reflexión para entender qué quería hacer con mi vida; me atraía estudiar medicina o ingeniería de alimentos. Mi abuelo estuvo muy metido en la creación de los programas de vivienda social y tanto él como mi papá hablaban del servicio, de que la arquitectura es una profesión hermosa porque sirve para construirle a la humanidad sus espacios de habitación, de trabajo y de juego, así que era muy clara en mí la vocación de servicio”, nos cuenta el arquitecto Javier Sánchez.
“Durante dos años trabajé en lo que pude, ahorré y viajé mientras meditaba en mi futuro. Estando en