HAY OCASIONES en las que la Historia, con mayúsculas, genera una serie de coincidencias temporales que bien podrían haber sido escritas en el tiempo por alguna especie de Nostradamus con ganas de marcha.
Situémonos en el año 1924.
La ciudad de Chamonix-Mont-Blanc, más conocida por el gran público como Chamonix, situada en el este de Francia, en esa pequeña esquina de Europa donde se dan la mano Francia, Italia y Suiza, acoge los que serían los primeros Juegos Olímpicos de Invierno. En aquella época fueron llamados originalmente Semana Internacional de Deportes de Invierno y fue un evento que se organizó como anexo a los que, posteriormente, iban a ser los Juegos Olímpicos de París de 1924. Mil kilómetros más al norte, en Hamburgo (Alemania), ese mismo año Wilhelm Dziambor, Christian Lausen y Claus Johannes Voss desarrollaban la primera gama de instrumentos de escritura Meisterstück, aunque entonces para una empresa de nombre tan impronunciable para un español como Simplo Füllfedergesellschaft (cambiaría su nombre por el