Tendemos los seres humanos a pensar que todo lo que acontece lo hace por algún motivo. El principio de causalidad puede responder a las leyes de la física o a una convicción estadística. Si arrojo un objeto por la ventana, este acabará cayendo, bien deduciéndolo a partir de la ley de la gravedad o bien induciéndolo por el hecho de que la experiencia dicta que así ocurre siempre, o casi siempre. En efecto, si arrojo una pluma es posible que, con la ayuda del aire, esta ascienda (al menos durante un tiempo) antes de tocar el suelo definitivamente.
Pero, hasta los más acérrimos creyentes en la causalidad habrán de admitir que existen fenómenos que no obedecen a ninguna causa. El azar es uno de los componentes inevitables de muchos acontecimientos