Estaba sentado en la terraza de una cafetería cuando me encontré con Sara, que había acabado una carrera de 25 km. Ha completado ya seis maratones, la más rápida en 3:42 h. También ha corrido un par de ultramaratones, una de 80 km y otra de 100 km. Su objetivo era clasificarse para el mítico 42K de Boston, pero aunque corría a menudo, las cosas no estaban yendo según lo planeado. Lo estaba pasando mal, física y mentalmente. Sara se sentó para hablarme sobre su plan para clasificarse para Boston. “¿Cómo ha ido tu carrera?”, le pregunté. “Bien, pero siento que voy lenta”, me dijo. “Clasificarme para la maratón de Boston es mi sueño, pero creo que estoy todavía muy lejos”.
“Vamos a ver qué podemos hacer para conseguirlo”, le dije. “Tu tiempo de clasificación para Boston de 3:35 h es más rápido que tu ritmo actual de umbral de lactato, pero no es posible correr un maratón más rápido que el ritmo del umbral. Primero necesitas convertirte en una corredora más veloz”.
Le di a Sara un consejo sincero, aunque puede que le resultara difícil oírlo. A ningún corredor le gusta que le digan que no es lo bastante rápido para alcanzar su objetivo. “Vale”, dijo tras una pausa. “Lo haremos a tu manera”. Durante el año siguiente, Sara aceptó alejarse de los maratones y centrarse en ser una corredora más rápida. No fue fácil convencerla. Había caído rendida ante el encanto de la distancia del maratón y el entrenamiento de resistencia que conlleva. A los seres humanos nos gusta superar los límites de la resistencia, quizá porque esa es una de las características que nos hacen humanos. Así que entendí el punto de vista de Sara.
El método “Velocidad primero”
corredores se estancan no por lo que hacen, sino por lo que no hacen. Y una de las cosas que muchos corredores no hacen cuando empiezan a