las metáforas hay que tomarlas muy en serio. Las palabras tienen un espesor y una historia, nos dicen más de lo que aparentan. En la antigua Grecia, tóxikon era utilizado para referirse al veneno con el que mojaban las puntas de las flechas utilizadas en la caza tóxico, masculinidad tóxica. Hace no mucho su uso se restringía al campo de la farmacología y el medioambiente. Pero de aquí a un tiempo se utiliza para referirse a un tipo de sustancia que circula entre las personas y produce malestar. Metáfora de "la carne envenenada" que, como apunta Clotilde Leguil en su libro , nos desvela el modo en que nuestro tiempo vive el mal que emerge de las relaciones interpersonales. La experiencia tóxica se caracteriza por vivirse en dos tiempos: al principio no la vemos venir, se inocula en nuestro cuerpo y es placentera; luego ya es demasiado tarde, envenena la vida íntima y nos destruye por dentro. Las sustancias tóxicas pueden ser un recurso cuando el sujeto se ve incapaz de atravesar la angustia. Aporta alivio. Sin duda hay gente que goza a través del sufrimiento ajeno. Pero al mismo tiempo, convendría sospechar de la proliferación de etiquetados tóxicos. ¿Todo sufrimiento en un vínculo puede reducirse a su toxicidad?
