SE HA CONVERTIDO EN UN TÓPICO COMPARAR A LOS HOMBRES AMABLES Y ALEGRES CON LOS GOLDEN RETRIEVER, PERO EL GRADO DE RETRIEVER DEL ACTOR GLEN POWELL ESTÁ A OTRO NIVEL.
No puede evitar mirar con cariño, emoción y adoración a quien esté cerca. En la pantalla puede ser un capullo, como cuando interpretó el año pasado a Hagman en Top Gun: Maverick, el papel que hizo que su carrera pasara de cocinarse a fuego lento a estar en punto de ebullición. Fuera de la pantalla, no tiene remedio.
La pasada primavera, Powell estuvo en Australia rodando Cualquiera menos tú. Le pilló la lluvia, se montó en un autobús de dos pisos, fue al zoo y le dio una zanahoria a una jirafa. En todas las fotos, Powell tenía una amplia sonrisa en la cara, como un niño en una montaña rusa. A esto, me dice, se le llama “la cara Powell”, y toda su familia es propensa a hacerla. En las fotos de su interludio australiano con su coprotagonista Sydney Sweeney, así como en una aparición bien documentada en CinemaCon, se le veía muy contento y, según muchas personas, muy enamorado. A estas fotos les acompañaba la noticia de la ruptura de Powell con la modelo y diseñadora Gigi Paris; una serie de informes engañosos del Daily Mail sobre peleas entre Sweeney y su prometido, Jonathan Davino (que, a pesar de haber sido “fotografiado sacando una bolsa y una cama para perros de la casa que comparten en Los Ángeles”, sigue comprometido con Sweeney); y de una publicación en Instagram que había subido Paris, que evidentemente había dejado de seguir tanto a Powell como a Sweeney, titulada “sé consciente de lo que vales y a por el siguiente”.
De repente, todo el mundo estaba convencido de que Powell y Sweeney mantenían un apasionado romance, acompañados por una jirafa australiana. La prueba estaba en sus miradas, salvo por el hecho