A mante de la poesía, -particularmente de Federico García Lorca, cuya obra Poeta en Nueva York fue durante un tiempo su libro de cabecera-, y escritora durante sus años mozos en su natal Argentina. Raquel Tibol se convirtió en investigadora del arte mexicano a los pocos años de haber arribado a nuestro país.
Hoy sigue siendo considerada la gran crítica por excelencia.
Dura, hasta intolerante y dogmática, pero nunca falta de ética. No podía ser ni complaciente ni concesiva, aunque cultivó buenas y duraderas amistades en el medio cultural y artístico, donde también dio por perdidas algunas como las que tuvo con David Alfaro Siqueiros o Arnold Belkin.
Pocos, quizá ningún artista, director de museo, galerista o coleccionista, incluso colega, dejaba de desear por ello que la especialista pusiera sus ojos en su obra, sus exposiciones o libros, y aparecer en alguna de las columnas que por 24 años escribió en el semanario Proceso, o durante su ejercicio periodístico anterior en medios como los suplementos México en la Cultura de Novedades o Diorama de la Cultura de Excélsior, éste entonces dirigido por Julio Scherer, donde colaboró.
“Los artistas dicen siempre que la crítica no sirve para nada que los análisis verbales en nada les ayudan; pero al mismo tiempo se desviven por tener un crítico o un cronista de cabecera”, le dijo al poeta Marco Antonio Campos en una larga entrevista titulada “La guerra de los días”.