La primera vez que conocí a Fernanda Castillo fue en 2006, en el estreno de la obra Hoy no me puedo levantar. Al finalizar la función, yo –extasiada por ser fanática de Mecano y conmovida hasta las lágrimas por las actuaciones de aquellos jóvenes actores que no cono-cía – esperé a los protagonistas a las afueras del teatro para poder pedirles una foto o un autógrafo. Afortunadamente para mí, Fernanda Castillo, Alan Estrada y Luis Gerardo Méndez –el cast principal de la obra en aquel momento– salieron amablemente a fotografiarse y convivir un rato con quienes los esperábamos al terminar la función. En ese momento que pude tener de cerca a la imponente presencia de Fernanda, jamás imaginé que la vida me daría la oportunidad de trabajar a su lado. Pero de lo que sí estaba segura después de ver su magnífica interpretación de María en ese musical de Nacho Cano, es que Fer llegaría muy lejos y que su pasión, talento y generosidad en el escenario la convertirían en una estrella. No me quedaba la menor duda.
Por eso hoy, después de 17 años de aquel breve encuentro, se me eriza la piel al pensar en todo el trayecto recorrido por la actriz. Nuestros cami-nos se cruzaron nuevamente cuando tuve la fortuna de hacerle una sesión de fotos de portada para una revista en la que yo era editora de moda, por ahí del 2016. Una década después de haberla conocido brevemente a la salida de un teatro, por fin podía conversar con ella, vestirla para aquellas fotos y lograr una conexión que en ese momento no entendí bien pero que, tiempo después,