Al estudiar los movimientos planetarios en nuestro sistema solar y al ahondar procurando mejorar nuestra comprensión general de los movimientos de los cuerpos celestes se detecta cierta clase de armonía «asimilable» a la armonía musical, que se corresponde con una cualidad que impregna algunos aspectos de la realidad del mundo físico.
Esta armonía, denominada resonancia, se puede describir como un proceso de transferencia de energía entre sistemas físicos en interacción. La resonancia que dota de armonía (y estabilidad) a sistemas físicos diferentes.
La resonancia como relación energética otorga estabilidad y, en no pocas ocasiones, deviene en belleza en los sistemas en los que interviene. Se halla en sistemas físicos de diferente naturaleza con estructuras muy alejadas entre sí; por ejemplo, el desplazamiento animal, los instrumentos musicales, los péndulos (y los columpios) y movimientos de algunos sistemas importantes, como el planetario.
En nuestro sistema solar no es menor, y no en vano evoca a la resonancia musical, pues se trata de procesos afines en su conceptualización íntima.
Este fenómeno físico esencialmente consiste en un proceso de transferencia de energía entre cuerpos. Tiene lugar al interactuar periódicamente dos sistemas oscilatorios cuyas frecuencias están en una relación racional (1 : 1), (2 : 3)... es sorprendente el número de procesos en que es estructuralmente esencial.
En general, esta característica conlleva un efecto energético estabilizador en las estructuras