Ridley Scott rescata para la cartelera con su Napoleón la verdadera esencia de las grandes epopeyas cinematográficas. Ha rodado la que puede convertirse en su película épica definitiva y una de las mejores de su filmografía. Y lo sabe. Así lo demuestra el hecho de que haya trabajado en dos versiones alternativas (una de cuatro horas y diez minutos), cosa por otra parte habitual y significativa en su cine, si tenemos en cuenta todas las variantes que acumula a estas alturas Blade Runner, o la cualidad de mejora que tienen todas las versiones del director respecto al montaje exhibido en cines de algunas de sus películas menos afortunadas en la exhibición cinematográfica, como Legend o El reino de los cielos.
La película se convierte para Ridley Scott en la culminación de sus viajes cinematográficos por la épica tomando como clave de la película el abordaje del poder como genio militar en clave épica al mismo tiempo que explora la dualidad del protagonista y su complejo recorrido psicológico y sentimental en sus relaciones con Josefina de Beauharnais (Vanessa Kirby). Scott confiesa: “Tengo preferencia por el drama histórico, porque la historia es muy interesante. La historia napoleónica es el