a insistiendo por ahí en que conozca a su nieta. Y deja advertido que hasta la nieta, que es, mientras Lequio era un quieto espectador de tantos trajines, un espectador asombrado al que no sabemos con nitidez si esto le parecía bien, mal o regular. Aunque sí lo sospechamos. Nunca habló de aquella maternidad promovida por una abuela, en las lejanías, y tampoco quiere hacerlo ahora, por elegancia y porque sí. Hay en él coherencia. Y también en Obregón, la verdad, que todo lo ve desde la alegría. Y, en medio, la niña, nieta de unos abuelos con vidas contrarias.
Yo opino
Nov 01, 2023
1 minuto
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