Grasse. Apenas son las ocho de la mañana y hace un buen rato que la gorra de Joseph Mul se empapó con la llovizna propia de un día de otoño. Es lo que tiene el clima del sur de Francia en los albores de esta estación: que las jornadas están sometidas a una especie de ciclotimia climatológica que puede deslucir la recolección del jazmín. Pero con lo que nunca podrá la lluvia es con ese potente aroma que trasmina el vasto terruño en el que este agricultor cultiva esta delicada flor de cinco pétalos, de apariencia volátil, que florece por la noche y que libera un olor embriagador al rayar el día. El momento idóneo para su recogida. “Lo hacemos así para preservar al máximo las propiedades aromáticas de la planta antes de que sea destilada”, explica.
Mul conoce como pocos los secretos de alcoba de una flor que antaño seleccionara la modista Gabrielle Chanel para la creación del famosísimo Chanel Nº5. Hoy, la opulencia de esta variedad autóctona de la zona –el jazmín de Grasse– también forma parte de las fórmulas magistrales de Un secreto floral y destilado que también ha embriagado a Fabrice Bianchi, yerno de Mul y quinta generación de una familia de agricultores que lleva más de 30 años aportando su y la mejor materia prima floral para Chanel.