Fotogramas

Críticas

El chico y la garza

Kimitachi wa dô ikiru ka (Japón, 2023, 124 min.). Dir.: Hayao Miyazaki. Int. (voces): Soma Santoki, Masaki Suda. ANIMACIÓN.

Cuando vimos El viento se levanta (2013) pensamos que Hayao Miyazaki había alcanzado en esa obra, que anunció iba a ser la última, el estilo más figurativo y esencial que le era posible. Al fin y al cabo, se trataba de narrar su propia vida. Diez años después, cuando nos sentamos ante El chico y la garza, creemos estar retomando su misión en ese mismo punto. Porque vemos a un niño que, como él, vivió los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial y se refugió en el campo dejando atrás una ciudad en llamas. La madre del chico muere y solo una imagen, sentado ante un escritorio frente a la ventana, le basta para hacernos sentir su soledad infinita. Pero cuando creemos estar ante una obra fundamentalmente realista, aparece el ave del título, con rasgos monstruosos, y lo guía a una torre en ruinas cuya puerta conduce a un universo paralelo. Y ahí arranca un viaje alucinante por lo más desenfrenado y hermoso de la imaginación del maestro. Como si hubiera metido todas sus películas en una olla a presión y al estallar hubiera salpicado el techo pintando esta Capilla Sixtina de su universo, más abigarrado que nunca de criaturas, paisajes y símbolos con una densidad casi inabarcable. Incluyendo la elección de la garza, animal mitológico en varias culturas, entre ellas la japonesa.

Todo tiene un significado. Tal vez haga falta más de un visionado para captar las referencias de cada plano, porque no deja de ser una película extraña y críptica en el detalle. Sin embargo, los mensajes esenciales aparecen claros en este compendio de la filosofía de todo su cine. Ahí está el paso de la infancia a la madurez de Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro y otras muchas. También el dolor y la pérdida. Aquí, para transitar el duelo, el protagonista encuentra en el mundo mágico a una niña que resulta ser su propia madre, en un juego similar al que realizó Céline Sciamma en Petite maman (2021). También está el amor por la naturaleza de La princesa Mononoke (aunque, de nuevo, no es la única). Pero lo que resuena con más fuerza es un rotundo pacifismo (más incluso que en El castillo ambulante), que cobra ahora más sentido que nunca.

El tercer acto de esta película es un manifiesto profundamente humanista y poético en forma de legado vital. Debes elegir lo hermoso ante el horror, la armonía ante la violencia porque el mundo así no se sostiene. El universo se acaba, dice el viejo tío al niño al final de su periplo. Miyazaki cierra así un círculo que ha trazado en 40 años de carrera elevando la animación al olimpo del cine y que dejan un.

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