Nos ha pasado a todos. Queremos ir a un restaurante o ver una serie y nos dejamos llevar por las evaluaciones de Google o de Filmaffinity. O de Goodreads, si es que buscamos información acerca de un libro. Luego descubrimos que ese restaurante, esa serie o ese libro que la gente calificaba de sobresaliente a nosotros nos resulta mediocre, incluso deleznable. O todo lo contrario. Podríamos hablar asimismo de películas o de mesas de ping pong. En cualquiera de estos casos, a la hora de contrastar nuestra experiencia y comprobar con asombro el desacuerdo entre nuestra apreciación y la de otros consumidores, surge la inevitable pregunta: ¿somos nosotros o son ellos?
Puede que la culpa no sea nuestra ni de los demás (o solo en parte).
alabando las posibilidades de