No sabemos cuándo el ser humano tuvo su primera intoxicación con una sustancia estupefaciente. Probablemente se remonte mucho antes de alcanzar el estado de homo sapiens… En cualquier caso, esta tuvo que ser necesariamente posterior a la experiencia animal. Incluso no faltan autores que argumentan que fue precisamente la ingesta de plantas psicoactivas la que sirvió de catalizador en su proceso evolutivo. Pero si tuviéramos que escribir el primer capítulo en la historia de la relación del ser humano con las drogas, este pudo haber sido, más o menos, el siguinte…
NO FUE UN CAMELLO, SINO UN CIERVO…
Es en Siberia donde los antropólogos sitúan el origen, más continuado en el tiempo, del consumo de setas alucinógenas antes de convertirse en culto ceremonial en la Mesoamérica precolombina. Hace mucho tiempo, probablemente un cazador debió ser testigo de cómo, bajo la sombra de un abedul, un ciervo se comportaba de manera descontrolada después de pastar en la hierba. Accidentalmente, el animal debió de haber ingerido hongos de la especie Amanita muscaria que, precisamente, suelen germinar cerca de las raíces de los abedules. Esta escena –en la que se inspira la famosa estampa navideña de Santa Claus catapultado por un trineo arrastrado por renos voladores– debió reclamar su atención, de tal manera que se decidió a experimentar por sí mismo…
Tal vez el resultado de aquella primera
