La captura y el almacenamiento de carbono son técnicas para retirar CO2 en plantas industriales, de la atmósfera y el mar para transportarlo a depósitos geológicos o marítimos. En 2021, el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU) indicó que si no se reducen las emisiones de CO2 para que la temperatura media no suba por encima de 1,5 grados, es posible tener que emplear esas técnicas de captura de carbono, aunque advierte que no han sido probadas a gran escala y que pueden tener impactos nocivos. La premio Pulizter Elizabeth Kolbert recoge una crónica sobre ellas en Bajo un cielo blanco (Crítica) y comenta: «No creo que nadie diga que la captura por sí sola puede abordar el cambio climático. En el mejor de los casos podría usarse para compensar una pequeña fracción de las emisiones actuales. Incluso sus defensores más entusiastas estarían de acuerdo».
Disclosure Insight Action señala que la cadena de suministro de las empresas es hasta el 80 % de la huella total de emisiones de gases efecto invernadero (GEI) y un porcentaje aún mayor de su impacto en la biodiversidad. Retirar una tonelada de CO₂ es peor para el medio ambiente que no emitirla. Los expertos coinciden en que estas herramientas no deben compensar emisiones evitables, sino usarse donde es difícil reducirlas. «Nacen como medida paliativa de compensación en sectores que desean ser "carbono neutrales" pero seguirán emitiendo CO2 a largo plazo, o cuya electrificación es compleja (aviación, transporte marítimo pesado) y proliferan para disminuir el CO2 emitido en la era industrial. Algo prácticamente imposible hoy por muchas que