Debra Paget fue una actriz destacada del cine estadounidense en las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta y se llamaba en realidad Debralee Griffin.
Nació el 19 de agosto de 1933, en Denver, Colorado, Estados Unidos. Los cinéfilos más veteranos tenemos grabada en nuestras retinas la secuencia del baile de Debra con la serpiente en el programa doble de cine de aventuras dirigido por un Fritz Lang maduro y de retorno en Europa desde Hollywood formado por El tigre de Esnapur (1959) y La tumba india (1959). De obligado visionado para quienes quieran rastrear orígenes y antecedentes de la saga protagonizada por el arqueólogo Indiana Jones e incluso encontrar un ilustre antecedente de la secuencia de baile con la serpiente de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer (1996) –me cuesta no especular con que la idea fue de Quentin Tarantino, coprotagonista y guionista de la película, en uno de sus alardes de cinefilia, más que del director Robert Rodríguez–, esa secuencia, cóctel de suspense, aventuras y pincelada erótica, confirmó la tendencia de exotismo dominante en la galería de personajes de la actriz, quien no obstante acumula en su filmografía una variopinta colección de personajes a lo largo de sus 45 trabajos ante las cámaras, tanto en el cine como en la televisión, a la que hay que incorporar sus aportaciones como cantante en los largometrajes Bellezas por casar (1952), Stars and Stripes Forever (1952), Los diez mandamientos (1956) y en un episodio de la serie televisiva Riverboat (1959).
Encasillamiento “étnico” e incorrección política
En sus años de actividad en la pantalla grande y en la pequeña, entre 1948 y 1965, Paget fue elegida en varias ocasiones para interpretar personajes de ascendencia italiana. Ocurrió en un título clave para el cine negro, (1948), que supuso el debut de la actriz en el cine y fue dirigida por Robert Siodmak como parte de su personal trilogía esencial de títulos del cine negro, completada por (1946) y (1949). Y no es casualidad que en esas tres películas Siodmak trabajara con especial eficacia los personajes femeninos, facilitando con el papel de Kitty,, y el de Anna, que recayó en Yvonne De Carlo en , un respaldo importante para la carrera de ambas actrices, que en la carrera hacia el estrellato quedaron primera y segunda por delante de la más rezagada Paget.