Edda Mussolini, hija de Benito Mussolini y una de las personas que más le influyó, fue condenada, en 1945, a una pena de libertad vigilada y confinamiento en la remota isla siciliana de Lípari. Ella pensaba que era una fase provisional antes de que los italianos y los aliados pudieran acreditar unos delitos que les permitiesen endurecer drásticamente el castigo. Como Caroline Moorehead recoge en su biografía, creyó que podía acabar como su padre.
Sin embargo, Edda disfrutó en Lípari de plácidas excursiones en barco, y hasta le permitieron mudarse a una residencia mucho más confortable, la villa de su nuevo amante, Leonida Buongiorno, antiguo partisano y miembro destacado del Partido Comunista en la isla. Los cara binieri, cabe imaginar que entre sudorosos, divertidos y resignados, seguían a la parejita a pie, en coche o en lancha cuando no tenían que vigilarlos mientras tomaban el sol en la terraza.
Respuestas para todo
Lejos de enfrentarse a la pena capital, Edda no cumplió ni la mitad de su período de confinamiento, porque, a los diez meses de llegar a Lípari, se benefició de una amnistía masiva decretada por el ministro de Justicia comunista, Palmiro Togliatti. Durante meses, la hija de Mussolini se había esforzado en defender su inocencia